𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟖

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Sarah

Si pudiera rescatar algo de toda mi infancia, quizá sería la ilusión de creer que todo duraría para siempre. Que quizá había posibilidad de que las cosas perduraran más tiempo del que debían. Como el orgullo de mi madre hacía mí. Honestamente extraño a mi madre. Solía ser atenta, amable, comprensiva, y muy divertida en varias ocasiones. Hoy en día, me preguntaba que era lo que la había cambiado tanto. Suele quejarse mucho de mí y me hace creer que quizá es mi culpa todo lo que está pasando. En cuanto al parásito, no hacía una mierda. Siempre salía de noche y volvía a las 3 o 4 de la mañana. Malo para mí porque no suelo dormir casi nada. Por lo general me duermo a las 6 de la mañana. Así que para la hora de su llegada, intentaba hacer el menor ruido posible, fingir que dormía, para evitar sus gritos insoportables. 

Esta noche cambiaron las cosas para mí. Para mal, de hecho. Había juntado el valor de defender a mi madre de una vez por todas. A la persona que supones que se aman desde el día en que naces, pero ella y yo no pegaríamos ni con pegamento en estos momentos. Me preguntaba que se sentiría tener una figura materna...

—¡¿Con quién crees que hablas, imbécil?! ¡En mi casa se me respeta! 

Cuando tengas tu casa te respetaré.

Sabes que no lo harás.

Estábamos en el comedor como de costumbre. Yo lo llamaba "ring de boxeo". No era para hacer bromas pero era una de las cosas que hacía para ocultar el dolor y alejar la realidad de mí lo más que pueda. Le había dicho que era un hijo de puta, la verdad le dolió, entonces me dio una cachetada que me empujó hacia atrás, haciendo que me estampe contra la pared, cayendo sobre ella al piso. Nunca se había puesto tan violento, agresivo. Aclaro, nunca se puso tan agresivo conmigo. Nunca me metía entre las peleas entre mamá y él. Pero cuando al fin lo hago, todo sale mal. Me agarró fuerte de la muñeca, haciendo que me levante. Comenzó a gritarme en la cara...

"Puta"

"Zorra"

"Mal educada"

Las lágrimas no tardaron en recorrer mis mejillas. Estaba llorando, frente a él. Me estaba mostrando débil, frente a él. No lo permitiría. Lo empujé con todas las fuerzas que tenía, logrando que él cayera sobre la mesa y rompiera un vaso. Mamá miraba todo desde atrás, callada. Me gustaría decir que me defendió, que hizo algo al respecto. Pero no lo hizo. Nunca lo haría. El parásito ahora se encontraba de pie, con la mano sangrando por culpa del vaso. No. No, no, no, no, no.

—Pedazo de puta...

Intentó atraparme dando dos largos pasos hacia mí. En ese momento, mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente y temblé por dentro. 

Sé fuerte.

Antes de que pudiera alcanzarme, salí corriendo por la puerta principal. Corrí lo más rápido que pude, aún con las lágrimas cayendo. Lo escuché gritar pero, no me atreví a mirar hacia atrás. 

Sigue adelante. Evita.

Pasé por la casa de Edith, observando lo apagada que se encontraba la casa. Se había ido de la ciudad para visitar a sus abuelos por unos días. No era una opción buscar ayuda allí. Corrí lo más que pude, viendo las casas pasar a mis costados. Cuando me atreví a mirar hacia atrás, ya estaba lejos de casa. Me encontré con una casa muy conocida. Si tocaba a su puerta, sabía que no me dejaría pasar. No me quedaba más opción. Era la única persona luego de Edith que había visto este lado mío.

Toqué la puerta desesperada, a la par mientras tocaba el timbre con fuerza. Cuando la puerta se abrió, pude ver a Allie en pijama. Cuando me vio, su cara se mezcló de confusión y temor. Detrás de ella, había un chico de cabello rubio. Sus ojos celestes me atravesaron al no entender que era lo que pasaba. No sé que es lo que convenció a Allie dejarme pasar. Quizá fueron mis ojos irritados, o el hecho de que no dejaba de temblar.

Los ojos nunca mienten © [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora