𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑𝟒

55 10 2
                                    

⸙Sarah

Una vez lo leí. Lo leí en aquella página. 

En esas simples e indefensas letras minúsculas. 

Y en aquel instante lo comprendí:

Tus ojos siempre parecen
iluminados por el sol
y me da pena estar contigo
porque siento que la sombra
que siempre me acompaña
te absorbe.
Y no quiero que tus ojos
dejen de brillar
aunque para brillar
no debas estar conmigo...

Esto no es un poema.
—David Herrera

🌧 🌧 🌧

Mi cabeza era un desastre. Mis párpados comenzaron a abrirse lentamente hasta que por fin pude distinguir un destello de luz sobre mí. Mis ojos se achinaron en cuanto mis ojos dejaron entrar la luz. 

Quien sabe cuanto tiempo estuve en esta estúpida camilla, con mis ojos cerrados y mi cuerpo inmóvil, preguntándome en alguna parte de mi inconsciente si sobreviviría. Aunque lo más probable era que, dentro de unos minutos, me gustaría haber muerto, aún si no estaba preparada para ello.

—Querida. —la voz de una mujer se escuchó por algún lugar de la habitación. —Hemos terminado. —me avisó mientras quitaba mis pies de los estribos. Sentía que ambas de mis piernas estaban adormecidas por la posición en la que había estado. 

La mujer dejó reposar ambas piernas sobre la camilla y se alejó en busca de algo que estaba sobre su escritorio. 

Cuando se acercó me tendió un vaso con agua y en su mano había una pastilla. 

—Esto es un antibiótico. Sirve para disminuir el riesgo de una infección. Ten en cuenta otros riesgos como el daño del útero o del cuello uterino, perforación uterina, infección tanto en el útero como podría ser en las trompas de Falopio, o un sangrado excesivo, para el cual se puede tomar medicamentos para que el útero se contraiga y el sangrado reduzca. 

¿Toda esa mierda puede pasarme?

¿Que clase de broma era esta?

Más bien pesadilla

Creo que la mujer pudo ver la cara de horror que puse, porque enseguida se aclaró la garganta e intentó calmarte. 

—Tranquila. Es poco probable que ocurra, pero aún así debe ser muy cuidadosa por lo menos durante 10 días. Y no tenga ningún tipo de contacto sexual en esa zona. No te gustaría tener una infección en tu vagina adolescente. 

Abrí los ojos como plato. Me sorprendió su modo de hablarme. La relajación en sus ojos y como parecía que canturreaba cada vez que agregaba algún otro dato horroroso. 

—Así que dile a tu novio que existe algo llamado masturbación durante los próximos días. —se sentó en su escritorio.

—Eh...

—No te sientas avergonzada. —me sonrió de lado mientras anotaba algo en una pequeña libreta. Cuando se giró su sonrisa se esfumó a la velocidad de la luz. ¿Esa cara debía preocuparme? No lo sé, pero honestamente me preocupó.

Miré a mis costados con cierta incomodidad. 

—Cariño... —se acercó lentamente, abandonando la libreta en su escritorio y avanzando tan cuidadosamente hacia mí como si se tratara de un animal salvaje a punto de atacar. —¿Has sufrido?

Los ojos nunca mienten © [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora