𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟑

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Sarah

—Tienes mala cara la mayor parte del tiempo, Sarah. —me dijo con la boca llena de galletas que habíamos horneado hace un rato. Reímos a la par.

Eran las 12 de la noche y para el sábado por la mañana mi madre estaría llegando de su estúpido campamento. 

Tuve la maravillosa suerte de no volver a ver ni hablar con el parásito en lo que resta de la semana. Pero en el fondo sabía que no iba a poder evitarlo mucho más. Cuando volviera a casa, lo volvería a ver con la misma borrachera y amargura que solía cargar consigo. 

Había aceptado en dormir en su casa luego de lo que había pasado con el señor Stewart y con mi padre. Simplemente no podía estar en aquella casa. 

—Siempre he mirado así a todo el mundo. —sonreí tímidamente. —No entiendo porque la gente no puede entender que esa es mi cara natural. 

—Quizás porque la mayoría no es de mente abierta. Pretenden que les regales una sonrisa a cada uno de ellos... 

Me incorporé sobre el respaldo de la cama, quedando igual que ella. La noche era de un azul oscuro intenso a través de la ventana. Miré a Allie, quien se estaba retorciendo los dedos. 

—¿Y tu no pensaste así de mi?— pregunté curiosa. 

Ella solo sonrió ladeando su cabeza. Su sonrisa me dejó tan embobada que creí haberme perdido la mitad de su respuesta. Pero no.

—No lo pensé de esa forma. 

—¿Entonces cómo?— me acerqué un poco a ella inconscientemente. 

Allie me miró de reojo de una manera que simplemente no pude descifrar. 



Allie

Me levanté de manera impulsiva de la cama y me dirigí hacia la ventana frente a esta. Necesitaba aire fresco. Creí que si se acercaba cada vez más me besaría, y eso me puso nerviosa. 

—Juguemos a preguntas y respuestas, ¿Qué te parece?

Vi que asintió lentamente mientras se acomodaba el cuello del pijama negro que le había prestado. 

Su cuello era hermoso

—Bien, comienzo yo. —carraspeé antes de hablar a lo que ella alzó las cejas. —¿Qué?

—Te lo tomarás muy en serio. 

Sonreí de manera traviesa. 

—Eres adivina. —Sarah rodó los ojos y eso me hizo reír.

—Ya, pregunta de una buena vez. 

—Bien. —finalicé para luego caminar lentamente por la habitación, pensando alguna pregunta. Me detuve de golpe. —Ya sé. ¿Cuál es tu color favorito?

Ella rio a carcajadas. Yo fruncí el ceño, confundida. 

—¿Qué te da tanta risa?

—¿No tenías otra pregunta más interesante que hacer? 

Fruncí mis labios en una línea recta.

—¿Quieres que sea más interesante?

Sarah tragó grueso en cuanto la penetré con mis ojos. 

—Negro. —respondió a mi anterior pregunta casi en un susurro, encogiéndose de hombros. 

Sonreí de manera victoriosa, para dirigirme hacia mi cama y sentarme a su lado. 

Los ojos nunca mienten © [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora