𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟔

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Sarah

Recuerdo la primera vez que lo conocí. En ese entonces yo tenía solo 12 años y tú eras un idiota desde el día uno. 

Recuerdo los primeros días en los que intentaste acercarte a mi de una manera que en ese entonces no supe descifrar.

Recuerdo que te odié desde la primera vez que te vi. 

Te odio más que cada herida que provocaste en mi. 

🌧 🌧 🌧

Cuando abrí mis ojos, la luz del sol entraba por la ventana y mi vista comenzó a doler debido a lo hinchados que estaban mis ojos. 

Me incorporé sobre la cama, estirando mis brazos a la par de un gran bostezo que salió de mi boca. Quité lagañas de mis ojos que se me formaron durante la noche y tomé mi teléfono de a mesita de noche. 

Las 8:30 A.M. y yo estaba despierta. Que raro. O quizás era porque es martes y había que asistir a clases nuevamente. 

Me levanté de la cama y busqué mis zapatillas por toda la habitación. George ya no estaba. Me hubiese gustado darle las gracias por lo que había hecho anoche por mi y por dejarme quedarme en su casa.

A tu asquerosa manera de agradecer

Con todas mis fuerzas, intenté colocarme una zapatilla sin desatar los cordones. Si. A lo bruto. Si Edith veía esto me diría que así no me durarían nada...

Edith. 

Luego de todo lo sucedido anoche no me dio ni tiempo de pensar en ella. Y fue en ese momento en el que me sentí una verdadera egoísta. No había hablado con nadie sobre lo ocurrido, además de George, claro. Luego de haberme levantado de un respingo por ese horrible sueño, él estuvo un buen rato interrogándome. Y por alguna razón que desconozco, él hizo que expresarme en aquel momento no fuera tan malo. 

Había escuchado que hablar con alguien que no conoce anda de ti es más sencillo que hacerlo con alguien con quien tienes sentimientos compartidos. Y me refería a no querer lastimar al resto. 

Cuando mi pie entró en la zapatilla, mis manos lo soltaron de golpe y me caí hacia atrás, lo que hizo que tirara una gran pila de discos. 

—Mierda. —mascullé mientras intentaba poner todo en su lugar.  

La puerta de la habitación se abrió lentamente y eso me hizo fruncir un poco el ceño.

—¿Hola?— escuché la voz de una anciana detrás de la puerta. 

Efectivamente, pude ver a una anciana asomándose por la puerta. Sus ojos viajaron por toda la habitación hasta que me vio. 

—¡JORGE! ¡¿Cosa ti avevo detto sul portare più ragazze a casa?!

¿Qué? ¿Qué putas acababa de decir?

Para mi buena suerte, George entró en la habitación.

—¡Nonna! Es mi amiga. 

—Habla en italiano, querido mío.

—Es para que ella pueda entendernos. Se llama Sarah. 

—Oh, querida... —ella se acercó a mi lentamente, mirándome como si fuese un animal perdido. —Lo siento tanto. Estoy acostumbrada a que Jorge traiga chicas a la casa. —explicó mirando a George con mala cara.

—No- No se preocupe señora. —tartamudeé. 

—Llámame Alice, querida. 

—Bueno abuela, tenemos clase. Ve a ver tu telenovela.

Los ojos nunca mienten © [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora