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—Percy, creo que algo malo ha pasado.

   —Creo lo mismo.

   —Lo mejor sería que ya no vengas. Creo que mi mamá está empezando a sospechar. Dudo que diga algo, pero no quiero que alguien más se entere.

   —Louis, te prometí que nadie se iba a enterar y será así. Confía en mí. Tengo todo controlado.

   No es que no quisiera confiar en Percy, solo le era difícil hacerlo. Postrar toda su confianza en un niño de su misma edad era algo muy arriesgado.

   —No lo pienses mucho, Louis —Percy se sentó en una de las camas y Louis imitó aquel gesto—. Ayer discutí con mi padre —dijo, mientras abría el libro en una página cualquiera—. A veces no le entiendo mucho. Se supone que él hace justicia, o al menos eso me ha dicho, pero es muy injusto.

   —¿Por qué hace justicia?

   —Es juez. Se supone que ese es su trabajo, pero hace todo menos justicia. A él solo le importa el dinero como a todos. A mí me gustaría ser médico. Ellos ayudan a todas las personas, ganan mucho dinero, pero creo que es lo de menos. ¿A ti qué te gustaría ser de grande?

   Louis nunca en su vida había pensado en su futuro. Se imaginaba toda su vida encerrado en aquella habitación hasta sus últimos días de vida. Tal vez lo máximo que había imaginado era ser como sus padres, sirviente.

   —No lo sé.

   —¿No hay algo que te gustaría ser?

   Louis negó con la cabeza.

   —¿No hay nada en lo que seas bueno?

   Negó otra vez.

   —Es imposible no ser bueno en nada.

   —Eso lo dices tú porque puedes aprender muchas cosas allá afuera, yo no.

   Tenía razón. Percy hablaba desde su mundo privilegiado y olvidaba que Louis no tenía esos mismos privilegios que él. Louis estaba limitado a lo que Percy le enseñaba en el corto tiempo que se veían día a día.

   —Y si salieras de aquí —Percy sonrió con picardía.

   —¿¡Estás loco!?

   —Tal vez un poco.

   —Van a descubrirnos.

   —Solo será por un momento. Mi casa es enorme. Es muy difícil que alguien nos vea.

   —¿Y si alguien nos ve?

   —Mi padre ni mi madre están en casa. Las únicas personas que pueden vernos son los sirvientes y no creo que digan algo. ¿Entonces...?

   —No.

   —¿Por qué no?

   —Me da miedo.

   Percy pensó en cómo convencerlo. Él no quería que su amigo se quedara allí por siempre. Quería que sea un niño como el resto y para eso tenía que adaptarse a su entorno. Algún día tendría que dejar de vivir en esa habitación de su casa y viviría en alguna otra casa de la ciudad. Para comprar una casa necesitaba dinero y el dinero se conseguía trabajando y era más fácil conseguir trabajo si estudiabas una profesión. Así que si quería que Louis pudiera estudiar, primero debía aprender lo básico y Percy se lo enseñaría.

∘◦❁◦∘

Al final logró convencer a Louis. ¿Cómo? Le prometió que le daría su postre que comía en la cena. Louis solo había probado dos veces los postres que hacían para los dueños de la casa y eran una delicia. No había comida más deliciosa que había probado que esos postres.

   Percy se asomó primero por la puerta para asegurarse que no había nadie cerca del área. Después tomó a Louis del brazo y lo arrastró hasta el exterior.

   Entrecerró un poco los ojos al ver tanta luz a su alrededor y siguió a Percy por los largos pasillos hasta que entró a una nueva habitación, aquella era la sala de prácticas de Percy. Ahí tenía sus clases con su tutor. Tenía clases de literatura, matemáticas, catecismo y expresión artística.

   Percy le hizo un pequeño recorrido por el lugar. Aunque odiaba mucho estar ahí, porque pasaba allí las horas más aburridas de su vida, le hacía ilusión enseñarle a Louis.

   —Aquí me siento yo, pero esta vez tu te vas a sentar aquí —le dijo Percy señalando la banqueta—. Aquí se sienta mi tutor, pero como yo soy el tutor ahora, yo me voy a sentar allí. Este es el pizarrón, sirve para dibujar y escribir. Esta es la estantería con todos los libros que tengo que leer.

   —¿No son muchos?

   —Sí, son demasiados. Hasta ahora solo he leído estos —dijo señalando la primera fila de la estantería—. Son muy aburridos la mayoría, pero tengo que leerlos o me castigan.

   —¿Cómo te castigan?

   Percy se quedó congelado un momento como si hubiera convertido en una estatua y luego siguió caminando hacia otro lado de la sala.

   —Este es mi violín. Es muy difícil tocarlo, pero mi tutor lo hace parecer fácil. Estoy seguro que tiene un pacto con Satanás. Es imposible que un violín suene tan bien.

   —Nunca he escuchado un violín.

   —¿Nunca? Tengo tantas cosas que enseñarte, Louis —dijo negando con decepción—. No te preocupes. Soy un buen maestro y aprenderás más rápido que yo.

   Percy abrió la cortinas y luego la ventana que daba vista al jardín. Louis se acercó emocionado al ver tan bellas flores y el enorme árbol que había en medio.

   —¿Qué son esas bolas que tiene esa cosa?

   —¿Las naranjas?

   —Sí.

   —Son naranjas.

   —Ya lo sé, pero cómo se llaman.

   —Se llaman naranjas, Louis. No me digas que tampoco conoces las naranjas —Louis volteó a verlo y negó con la cabeza con total inocencia—. ¿¡Cómo no vas a conocer las naranjas!? ¡Es imposible! ¿¡Acaso vives debajo de una roca!?

   —Bueno...

   —Ve y siéntate en la banqueta. No hay que perder el tiempo. Hay mucho que aprender, jovencito —le dijo Percy, tratando de imitar la voz de su tutor.

   Louis corrió feliz a sentarse emocionado por recibir su primera clase en un lugar distinto.

if our love is wrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora