Capitulo 34

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— No sé porqué es que me presté para esto- suspiré resignada- con todo el peso que lleva esta mochila me dolerá la espalda por una semana.

— Fue usted, señorita, quien quiso llevarla. No quiero quejas.

— Pero Daddy- lo miré frustrada.

— Pero nada. Ahora, te voy a poner bloqueador antes de que salgamos, porque si te pido a ti que lo hagas probablemente no lo harás.

— Oye, eso me ofende. Yo siempre que salgo me pongo bloqueador solar.

— No siempre que sales, haces dramas- dijo tomando mi brazo y esparciendo el bloqueador por el mismo- así que no puedes usar el no ponértelo cómo amenaza.

— No sé si sentirme alagada u ofendida.

— Con que no me sigas reclamando por llevar la mochila, me conformo con lo que sea que sientas.

— Oficialmente voy a estar enojada contigo el resto del día.

Tomé la mochila (que a decir verdad, pesa menos de lo que le exagero) y bajé un poco molesta a llenar mi botella con agua.

Luego de tomar un poco y de dejar la botella al costado de la mochila, tomé un pequeño estuche y lo eché rápidamente en ella, sin antes sacar una toalla para ponerme.

Así es, antes de meterme a bañar pasé a hacer del baño y me dí cuenta que me iba a bajar, y después de que Daddy me hiciera reírme cómo desquiciada prefiero cambiarla por seguridad.

Agradecida con el de arriba por el hecho de que él me dejara un buzo negro para usar.

Tomé un pequeño trozo de chocolate de la nevera y me lo eché en la boca para después sentarme frente la isla apoyar mis brazos en la misma y acomodar mi cabeza entre ellos para esperar a Daddy.

Me emocionaba mucho la idea de salir a caminar por el bosque que rodea el lugar y poder inhalar el exquisito aroma a tierra mojada por la lluvia de ayer, pero en este momento estoy sintiendo cómo un martillo me está golpeando el útero.

Había cerrado mis ojos mientras meditaba si tomarme un ácido mefenámico, predual, un ibuprofeno o simplemente no tomar nada cuando sentí que me gritaban a lo lejos. Por reacción, abrí los ojos.

— Bebé, ¿Ya estás lista?

— Supongo que sí- le respondí sin mucho ánimo.

— ¿Segura de que tienes todo lo necesario?- llegó hasta donde mí y me dirigió una sonrisa.

Era algo definitivo que el "Estaré enojada contigo todo el día" se lo tomó a chiste.

— Todo y más- a pesar de que no uso tampones, los llevaba.

También toallas nocturnas, una muda de ropa para la zona inferior, ácido mefenámico, predual, ibuprofeno, paracetamol, parches curita, un botiquín de primeros auxilios, pinzas, cremas y pomadas para quemaduras y otros accidentes, vendas por lesión y material suficiente en caso de que alguno de los dos se esguince el tobillo.

— Esa es mi chica. Primero pasaré al baño y después podremos salir, ¿Bueno?- le asentí mientras volvía a cerrar los ojos, luego dejó un beso en mi cabeza y se fue.

— Está bien- susurré de todas formas.

No sé si fueron 30 segundos, 5 minutos o 2 horas las que se había demorado, sólo sé que ese tramo de tiempo quedé en medio de un limbo color blanco tratando de decidir si los 30 litros de sangre que sentía que tenía allá bajo me iban a afectar el día o no.

— ¿Vamos, preciosa?

— Vamos.

Sin algún tipo de reclamo me incorporé y salí de mi trance de duración temporal desconocida, con la ayuda de Daddy me coloqué la mochila y tomé la botella de agua con mi mano derecha para poder dirigirme a la entrada.

Cuando ambos estuvimos afuera sentí a Daddy tomar mi mano.

— Te aseguro que lo que nos espera está afuera de cualquier cosa que te puedas imaginar.

— De ti me puedo esperar que conozcamos a la reina Isabel.

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Todo lo que llevábamos de camino era maravilloso, el aroma a tierra mojada era mejor que el que se sentía en la ciudad, los árboles se mecían levemente con el viento del mediodía, acompañado de un clima agradable.

— Ahora, te voy a vendar unos minutos.

A pesar de que quería negarme, no lo hice, no estoy de ánimos para un castigo.

Sentí cómo me agarró de los hombros para poder guiarme.

Fue poco el tiempo que caminamos así.

— Y listo- me acomodo en un lugar y me quitó la venda de los ojos, frente a nosotros un pequeño picnic junto a un pequeño pero hermoso lago circular entre los árboles del bosque.

— Es hermoso.

— ¿Te gusta, bebé?

— Mucho. Gracias Daddy.

— Si quieres después nos podemos bañar.

— No- afirmé rápido por impulsión, causando que frunciera el ceño- primero comamos.

— Eso fue lo que te dije, y después nos bañamos.

— No- volví a negar, pero esta vez parecía enojada.

— Paloma- me echó una mirada de advertencia- de verdad que tú actitud de hoy está siendo bastante problemática.

— Ven aquí.

Lo llevé hasta el picnic y nos sentamos, y le expliqué mi situación. Mi periodo se me había adelantado 1 día, pero por fortuna habían toallas.

Muchas veces no suelo cambiar mi comportamiento o humor durante mi periodo pero eso no significa que no pasara. Esta era una de esas ocasiones.

— Contigo nunca me había pasado que cambie mi actitud con mi periodo y lo sabes, porque yo siempre te digo cuando estoy con él.

— Bebé, me pudiste decir eso en la mañana. Podríamos habernos quedado en la casa si lo deseas.

— No, para nada, esto es maravilloso. Perdón por no decirte antes.

— Tranquila, bebé, ven aquí.

Me acomodo entre sus piernas y me abrazó por la cintura, quedando mi espalda junto su pecho.

Empezamos a comer y conversar, pero antes de todo eso me hizo tomarme un ibuprofeno porque vió cuanto sufría con los cólicos.

— Gracias, por todo.

— No hay nada que agradecer, bebé.

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⏰ Última actualización: Jun 25, 2023 ⏰

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