Prólogo.

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A medida que voy conduciendo por las viejas calles del pueblo de Lionés no puedo evitar sentirme nervioso y tener náuseas. Hace mucho tiempo que no pasaba por éstas calles, no estoy seguro de haberlas extrañado, ¿Lo hice?, la nostalgia y la tristeza se siente en el aire.

Reconozco cada tienda, cada casa, cada cafetería. Es que éste es un lugar pequeño, y yo ya viví los suficientes años aquí para haberlo conocido todo. Lo que me sorprende es que nada ha cambiado.

Debería parar en mi vieja casa, esa donde pase los primeros dieciocho años de mi vida, esa de la que escape a mis dieciocho. Pero paso de largo y me encantaría decir que es porque aún no estoy listo para volver allí, que aún duele, pero esa no es la razón. Hay otra razón.

Son solo dos cuadras más las que conduzco cuando paso por allí, ese lugar, y no puedo evitar voltear mi rostro al pasar, quería verlo una vez más. Las rosas del jardín están marchitas, la casa se ve igual que hace diez años; No tan viva, pero tampoco tan muerta.

¿Aún vivirá allí o también decidió alejarse de éste lugar? Una gran parte de mi desea que se haya alejado, que haya hecho una nueva vida en un lugar mejor, pero la otra, la egoísta, quiere pensar que sigue aquí, que aún la puedo volver a ver.

Niego esos pensamientos y doy vuelta al carro para visitar mi vieja casa. Al volver a pasar frente a esa casa no puedo evitar no verla y pensar;

¿Seguirá Elizabeth viviendo en el 506?

506 - MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora