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“Es apenas normal que me dan ganas de saber”

—Y dígame, señora Demon, ¿Cuida mucho sus plantas?

Mamá mira a Elizabeth unos segundos, como intentando recordar quien era ella, y luego le sonríe mientras se levanta a buscar algo entre sus cosas.

—Por supuesto que si, Elizabeth... Mis plantas son lo más preciado para mi después de mi esposo y mis hijos —Mamá se voltea y en sus manos tiene un viejo peluche pequeño que reconozco al instante—. Miren ésto, éste solía ser el muñeco favorito de mi pequeño Zeldris, seguro le daría vergüenza si se lo muestro otra vez.

—Sí, eso seguro que si —Rio un poco pensando que definitivamente él se pondría rojo si mamá se lo mostrara a Gelda y le contara cuantas noches él durmió abrazado a su peluche por las tormentas cuando era adolescente, claro, si es que aún lo recordaba.

—¿Cuando van a casarse?

Ese comentario nos tomó por desprevenidos a ambos, que nos vimos a la cara unos segundos y luego apartamos la mirada tan rápido como fuera posible.

—¿Por qué dice eso?

—Oh, ¿Elizabeth y tú no llevan ya unos cuatro años juntos? En mis días de juventud cuando llevabas más de cuatro años con alguien ya te comprometias...

Si no fuera por mi mamá murmurando cosas sin sentido mientras miraba el techo, habría sin dudas un silencio incómodo, sin embargo lo que si había era un ambiente tenso. Elizabeth y yo habríamos cumplido cuatro años juntos si yo no me hubiera ido de Liones, y ese pensamiento se instaló en ambos, lo sé. No tengo el valor para mirarla y estoy seguro que ella tampoco me mira, ese es un tema del cual ninguno de los dos es realmente feliz hablando, pero no podemos culpar a mi madre, no lo haríamos.

Miro la bufanda en la cama y una idea llega a mi.

—Madre... —Ella me mira entre raro y confundida, y es ahí que sé que en éste momento no me reconoce como su hijo, como Meliodas— Digo, señora Demon. ¿Le molesta si me llevo ésto? Da la casualidad de que iré pronto a la tumba de su esposo, y estoy seguro de que usted tendrá una semana ocupada, así que puedo llevarla por usted.

Ella parece dudar, pero al final me sonríe y va a rebuscar otra vez en sus cosas hasta sacar una bolsa de papel y meter allí la bufanda mal hecha.

—Tal vez tienes razón, por favor hazlo, dile que lo amo y lo extraño.

—Lo haré.

506 - MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora