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“Ayer jugamos a escondidas con otras intenciones.”

Elizabeth reía mientras corríamos a escondernos. Su prima pequeña contaba hasta veinte afuera para irnos a buscar. Antes de que yo siguiera de largo ella me jaló de la muñeca para hacerme entrar en el armario bajo las escaleras. Al cerrar la puerta tropezó y caímos al suelo entre risas y conmigo encima de ella, aplastando con mi codo uno de sus pechos.

—Auch... Eso duele mucho, ¿Sabes? —Se quejó, haciendo puchero y masajeandose el pecho a penas aparté mi codo.

—Lo siento. ¿Esto se siente mejor? —Pregunté, tras haber apartado su mano y comenzar masajearselo yo con suavidad. Un suspiro escapó de sus labios y pasó sus brazos por mi cuello para mirarme con ese brillo que ya conocía bien.

Muucho mejor.

Nuestros ojos cerraron cuando mis labios se juntaron con los tuyos en un beso suave y lento, pero profundo. Sus manos fueron a mi cabello, yo usé una de las mías para sostenerme del suelo y la otra para sostenerla a ella de la cintura. Cuando los segundos pasaron y la necesidad de aire se hizo presente mis besos pasaron a su mejilla, mentón y luego a su cuello mientras leves suspiros salían de sus labios.

Tenía que detenerme, de verdad que tenía que hacerlo, estábamos en su casa donde casi toda su familia estaba reunida, su prima pequeña nos estaba buscando y en cualquier momento ella o alguien más nos iba a encontrar, sin embargo no podía. La forma en que suspiraba mi nombre en voz baja y la sensación de que nos podían atrapar de tal forma de alguna manera me emocionaba e incitaba a seguir. Pero no podía meterla en problema, así que paré.

—¿Por qué paras? Quiero que sigas —Me reclamó en voz baja con su seño perfecto fruncido y la nariz ligeramente arrugada.

—¿Estás segura de hacerlo aquí?

—... Si.

—¿Prometes ser silenciosa?

—Prometo intentarlo.

506 - MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora