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“Pero estoy llamando porque muero por saber...”

Estoy nervioso.

Muuuy nervioso. Lo admito.

Finalmente, después de darle una limpieza profunda a mi vieja casa y sentarme en el techo a ver el atardecer con Mi vida entera sonando de fondo para más drama, me había decidido a llamarla. Sin embargo, la luna ya está en lo alto, siendo tapada ligeramente por las nubes en señal de que se avecina una lluvia ligera, el reloj marca las once, ya no hay movimiento en las calles de los pocos niños que hay, y yo aún no la he llamado.

Mi teléfono está frente a mi con su número registrado allí. Estoy temblando de la emoción y también un poco por los nervios de lo que voy a hacer. Admito que tengo miedo de dos cosas:

1) De que no conteste.

2) De que conteste, los nervios me ganen, me trabe al hablar y me muera de asfixia.

Vale, tal vez estoy exagerando, pero en verdad estoy nervioso ante la expectativa de volver a oír su voz.

Intento recordar todo lo que Zeldris, Gelda (su esposa) y yo hablamos antes de que me viniera a acá. Quedamos en varias cosas; Que no chillaria si ya se había casado y tenía una familia, y le demostraría que estaba feliz por ella, que sería completamente maduro según lo que me contara de su vida desde que yo me fui, que si estaba sola iría lento y me ganaría su amor y su confianza que seguramente ya había perdido hasta que ella misma diera el primer paso.

Tomé aire y tras repasar eso en mi mente otras tres veces le apreté al botón de llamar.

Un tono y estaba tragando aire otra vez. Dos tonos y me sudaban las manos. Tres tonos y justo cuando creí que iba a contestar...

¿Aló?

Mi piel se erizó al volver a oír esa voz tan dulce y suave de la que me había enamorado hace más de veinte años...

506 - MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora