☻ 𝟙𝟚 ☻

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— Gracias por permitirme pasar, señora Cartman. — agradecí. La señora Cartman me dio una cálida sonrisa.

— Si quieres, puedes llamarme Liane, Leopold. — me dijo — y gracias por venir a hablar con mi pequeño bebé. Normalmente está muy solito y a veces creo que necesita un amigo como tú.

— No es nada, Liane. — respondí — me tengo que ir ahora, pero si quiere puedo volver otro día.

— Cuando quieras, tesoro.

Hacer las cosas bien me llena el alma y me hace sentir contento. Definitivamente sirvo para consolar y para hacer sentir bien a los demás, pero pocos me hacen sentir bien a mí.

Al llegar a mi casa esperaba que hubiera alguien pero nadie estaba. Me quedé unos segundos en la puerta, parado, mirando hacia los alrededores y escuchando atentamente por si lograba sentir a mi madre en la cocina o a mi padre en el baño. Nada, por lo que iba a entrar.

— ¡Leo! — escuché desde lejos. Giré y me encontré a un Kenny con el abrigo hasta arriba corriendo hacia mí. Me sorprendía el hecho de que no esté sudando de tanto hacerlo.

— ¿Ken? — pregunté. Me recibió con un beso rápido y luego me entró a la casa con rapidez. Fue ahí que noté que tenía una bolsa en el antebrazo — hey, ¿Qué llevas ahí?

Me interrumpió con otros besos. Cuando nos separamos, cerré la puerta de casa y miré a todos lados por si de la nada aparecía mi papá.

— Acompáñame a tu cuarto, tengo que mostrarte algo.

Kenny no era una persona que te solía sorprender con cosas pequeñas. Su falta de dinero no era impedimento para sorprenderte con cosas enormes. Aquella bolsa no parecía contener mucho, pero decidí no mirar su interior.

Apoyó la bolsa sobre la cama y sacó dos gomitas de cabello verdes. Una peluca de mi mismo color de cabello pero un poco más larga, y un vestido de manga larga turquesa. No pude evitar quedarme sin palabras ante lo que estaba viendo.

— ¿Recuerdas a... Marjorine? — preguntó Kenny. Me acerqué a la ropa y acaricié la peluca. Fue algo de una sola noche con las chicas, pero fue uno de los días donde más feliz me sentí. Libre de mis padres, libre de las burlas de mis amigos — bueno. Me gustaría volverte a ver así.

Mis ojos no tardaron en llenarse de lágrimas y una sonrisa se mostró en mi rostro. Kenny se percató de que me estaba conmoviendo, por lo que acarició y limpió las lágrimas de mis mejillas desde su posición y me atrajo hacia él como un bebé. Continué llorando de la emoción en sus brazos.

— Leo. — llamó. Lo miré fijamente y se acercó para besarme otra vez. Esta vez besó mis mejillas, mis lágrimas y mis cicatrices hasta que me sentí mejor. Inclusive esa que me hizo en mi ojo durante uno de nuestros juegos con una estrella ninja. Al notar que mi llanto no se calmaba, procedió a besar mis labios hasta que no quise más y acabé por secarme por mi cuenta. Miré el vestido, la peluca, y las coletas — mi vida, si tú no quieres, no hace falta que te vistas de Marjorine.

— Sí, sí quiero. — respondí, ya un poco menos acobardado. Pero había pasado mucho tiempo, muchos años.

Y Kenny me seguía mirando con los mismos ojos con lo que siempre me miró.

No pude evitar volver a acercarme y esta vez llenarlo de besos yo. Parecía que era lo único que podíamos hacer pero cuando nos mirábamos era como una atracción involuntaria, una necesidad que teníamos que saciar de alguna forma.

Llené de caricias sus mejillas mientras recorría sus labios con los míos. Eran besos tímidos, de esos que siempre habíamos tenido. Luego rodeé mi brazo en su cuello hasta que él decidió dominarme, como siempre.

Cuando todo esto acabe ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora