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— Gracias por cubrirme esta noche, Wen. — le agradecí a mi amiga. Ella, desde su cama, me sonrió.

— No nos parecemos, pero dudo que los médicos vayan a revisar que eres tú y también dudo que mis padres vayan a también revisar que esté dormida en la cama. — explicó. Luego se acercó a mi oído — a que no sabes que... puse bolsas repleta de ropa que Stan me regaló.

— La típica. — dije. Luego, escuché a alguien subiendo por la ventana. Era Kenny — ¡Kenny! ¡Ya vino! ¡Pensé que no vendría!

— Ve, disfruta de la noche, Leo. — me deseó Wendy. Le compartí una dulce sonrisa y caminé hacia la ventana, la cual abrí y después sonreí a Kenny. Él me la devolvió el triple de grande, inclusive pude distinguir el diente que le faltaba.

Se tiró sin previo aviso. Me asomé para ver que todo estaba bien, por fortuna sí.

— ¡Salta! — exclamó, pero sin ser muy fuerte en la voz. Tuve un poco de miedo por el recuerdo de la casaclub, pero al final logré saltar y caer en los brazos de Kenny. Sentir que él estaba conmigo fue un placer — esta vez si te pude atrapar.

— Cállate. — le dije. Luego me bajó, tomó mi rostro, y me dio el beso de bienvenida, el cual correspondí. Al separarnos, vi en él un rostro de fingida ira — ¿Qué pasa?

— No se vale. Los besos de bienvenida siempre los doy yo y tú no tienes que corresponder. Es inesperado. — solté una risita. Lo miré con una sonrisa boba, esperando a que me interrumpiese y me diese su "beso inesperado" — no. Así no. Así lo estás esperando. ¡Oh, no! ¡Mira ahí! ¡Vienen los policías! — no pude evitar girar, creyéndome lo que me decía. Inesperadamente, cogió mi rostro y me dio su típico beso de saludo. Carcajeamos después de eso — ahora sí. Súbete al coche, no vaya a ser que nos descubran.

Cabe resaltar que nunca he sido muy de hacer cosas de chicos rebeldes. Pero con Kenny me sentía uno. Sentía que estaba rompiendo las reglas en un mundo homofóbico e ignorante ante las personas diferentes. Yo siempre he sido diferente. Kenny, de cierto modo, también.

Al final acabé subiendo al auto. Kenny se puso en el asiento del conductor y arrancamos. Conducimos hasta las montañas de South Park, aquellas por las que tenías que pasar antes por un bosque. Este lugar me encantaba.

— Sería muy gracioso que el hombre oso cerdo viniese y se uniese a nosotros. — bromeó.

Oh, el hombre oso cerdo. En mi extraño sueño donde estaba en un tierra llamada Imaginaciónlandia, Kyle murió y Eric lo revivió solo para una apuesta. Hasta el día de hoy me río de eso.

— Sí, lo sería. — respondí. No pude evitar mirarlo mientras conducía. Tan guapo, nadie se podría poner a pensar en que es un pervertido empalagoso.

Extendí mi mano con timidez y tomé la suya. No pude hacerlo ayer y me arrepiento.

— Tenemos doce horas para nosotros solos antes de que te tenga que devolver al hospital. — ocho de la noche. A esa hora, los enfermeros bajaban la guardia. A las ocho de la mañana, mi madre pasaría a buscarme para irnos a casa. Sería sábado — sé que te veré el sábado, mi cielo. Pero es que no es lo mismo estar solos que rodeados de los chicos.

Volví a sonreír. La pregunta de como se había enterado que estaba en el hospital surgió de nuevo en mi mente.

— Amor. — le llamé. Kenny me miró — ¿Cómo es eso de... que te enteraste que estaba ingresado?

— Bueno, después de despertar entré a clases. Kyle y Stan tardaron un poco más, y no verte me asustó. Después de preguntarles me dijeron que te habías desmayado "de la nada", y que te llevaron al hospital, pero supe al instante que no era así. Sabiendo como eres tú, era probable que te haya ocurrido por lo de mi anterior muerte. — suspiró, melancólico — lo siento.

— Oye, cielo. Ya pasó. — le dije — ¡Oh, mira! ¡Ese lugar es muy bonito! — exclamé. Él giró y sí, justo como lo había dicho, era perfecta para estar nosotros dos.

El auto de Kenny era todo terreno. Era, definitivamente, la posesión más cara de los McCormick.

Kenny bajó antes que yo. Abrió mi puerta y bajé continuo a él. Luego la cerró y me miró a la cara.

Fueron unos segundos donde él me miró hasta el último centímetro de mi cara. Después, volvió a besarme.

Ya no me daba asco. Me daba placer sentir los labios de Kenny.

Tomé su rostro y lo acaricié mientras le devolvía los besos en un jugueteo casi cochino. Me acercó a él. No me despegué como tampoco abrí mis ojos. Quería que esto fuera eterno.

— Leo... — susurró él.

— ¿Ken? — le dije.

— No vamos a pasar estas doce horas únicamente besándonos, ¿No es así? — me preguntó. Solté otra risita y comencé a sacarme la ropa sin avisar. Kenny no se podía creer lo que había hecho — ¡Aquí no, mi mantequita!

— ¡Ay, ¿Por qué no?! — e hice un puchero bastante fingido. Kenny llenó de besos mi mandíbula mientras recogía las prendas del piso, las metía dentro del auto, y luego me abrazaba y metía dentro de este. Solté carcajadas nerviosas.

Estaba desnudo junto a mi novio en el auto. Kenny encendió la calefacción del auto y también se empezó a sacar la ropa. Nunca imaginé que el torso de Kenny estuviese lleno de cicatrices bastante marcadas, aunque para mí, cada una contaba una muerte y una historia diferente. Historias de cuarto y tercer grado.

Al acabar, se volvió a pegar a mí en besos desesperados. Iniciaron solo siendo besos normales, pero después sentí una lengua luchar por entrar en mi boca. Lo dejé.

Nuestras lenguas jugaron entre sí y hasta sentí un poco de cosquillas, pero al final la calentura nos ganó.

Los dos, completamente desnudos. El pene de Kenny ya totalmente erecto sin siquiera haber hecho acto sexual. Únicamente por estar besándonos.

Con suavidad, acaricié el pecho de Kenny aún sin despegarme de él. Cuando nos quedamos sin aire, proseguí a recuperarlo mientras no dejaba de investigar su cuerpo con mis inexpertas manos.

— Nunca tuve sexo con un hombre. Así que somos dos inexpertos. — me confesó — te amo, Leopold.

— Fóllame hasta dejarme en silla de ruedas, Kenneth.

Antes de proseguir, sacó una bolsita. Era un preservativo.

— Es mejor decir que "si da" risa, a decir que no y llorar porque tenemos Sida. — no pude evitar reír a carcajadas a pesar de que se había pasado con el chiste. Él se acercó a mi oído y me susurró — cielo, estoy bromeando por si las dudas. No tengo sida. Y no planeo contagiarte.

— Entre todas tus muertes, alguna habrá sido por una enfermedad, ¿Verdad?

— Sífilis. — palidecí — pero tranquilo, que normalmente después de mi muerte desaparece.

Ok, eso me dejó bastante sacado de pedo, pero de todos modos confiaba en él.

Sabía que Kenneth se mortificaría si me hace algo así. 

Cuando todo esto acabe ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora