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Llegó la mañana, pero siquiera escuché la alarma de lo cansado que estaba.

Mamá acabó entrando a la habitación y despertándome. Abrí los ojos y lo primero que me encontré fue a mi madre bastante enfadada por mi falta.

— A esta hora deberías estar en la escuela, Butters, ¿Qué haces en cama? — suspiré y busqué una excusa.

— Perdón, ma. Quedé cansado de ayer. Fue un viaje cansado. — me excusé.

— Bueno, no me importa. Falta poco para que sea tu ceremonia de bienvenida. En mayo te graduarás, ¿Acaso nueve meses es mucho tiempo? — sí, es mucho — anda, Butters. A la escuela, que ya perdiste el autobús. Yo te llevo.

Lo de Wendy. Todavía estaba plasmado en mi cerebro. No quería llegar a la escuela y que todos supiesen que yo me había burlado de algo tan grave para Wendy como eran sus trastornos alimenticios. Estaba mortificado.

— Tu amiga... Wendy. ¿No? — asentí — es muy bonita.

— Sí, lo es. — casi todo el mundo lo dice, así que escucharlo de mi madre no me sorprende — lástima que... la lastimé.

— ¿Qué le dijiste?

— Le dije que era su culpa tener su enfermedad. — mamá se estacionó y pensé que me iba a golpear, pero únicamente se me quedó mirando feo — por favor, entiéndeme. Estaba enojado. No... quería entender que su mejor amiga es una víbora.

— ¿Hablas de Barbara, la hija de la señora Stevens? Oh, santo cielo. Si esa niña es un pan.

— Sí, un pan duro de hace cinco semanas. — le respondí — ¿Sabes qué, mamá? Adiós.

— ¡Espera, hijo! — exclamó mi madre. Volteé a verla — ante la primera incomodidad, llámame.

— Lo haré. — le prometí. Y así, entré al instituto.

Me encontré con muchos estudiantes. Todo había vuelto a ser como antes, en definitiva. Leopold había vuelto a ser el marginado abusado por los demás. Y todo por mi culpa.

— ¡Ten cuidado, Butters! — me gritó Clyde Donovan. Tolkien Black se rió al lado de él, eso fue suficiente para estallar y tirarle la mochila a la cabeza — ¿Qué?

— ¡A ver! ¡Ven y golpéame, sin tu novio y sin tus muletas! ¡Cabrón! — le grité. Clyde inesperadamente le dejó las muletas a Tolkien, y automáticamente cambié de expresión — e-espera. ¿Tú no estabas... quebrado?

— ¿Por qué lo estaría, Butters? — preguntó Clyde. Luego estalló en carcajadas tan altas que el resto del colegio también se rió de mí — ay, miren. Butters Stotch quiere llorar. Se ha creído todo el show del accidente. ¡Pobre bebé!

— ¿Leo? — el temblor volvió. Pero empecé a controlar mi respiración. Ahora era lenta, pausada. Quería evitar verme débil, como con el señor Tucker.

Y no necesitaba de Kenny. A pesar de que él estaba detrás mío mirando el escenario.

Cerré mis ojos y conté hacia diez, como hacía Wendy cada que estaba nerviosa. Apreté mis ojos y supliqué que todo esto parase por arte de magia. Solo escuché unos gritos, unos golpes, y...

Un empujón hacia mí.

— ¡Ya llegó la carnada, muchachos! — exclamó Craig Tucker. Levanté la cabeza y lo miré fijamente. Tan alto y flaco que parecía intimidarte con solo su nombre.

Al agacharse a mi altura sentí miedo. Miedo de hasta morir.

— C-Craig, te puedo jurar que...

— No me digas nada. Sé exactamente lo que significas aquí. Y eso es... nada. Nada, desde lo que le hiciste a Tweek.

Cuando todo esto acabe ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora