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Después de todo el lío, lo único que podía hacer era hacerle compañía a Kenny.

Lo acompañé a casa ese día. No me importaba que mis padres me regañasen o que me castigasen por estar a altas horas de la noche en la calle, lo necesitaba porque Kenny no podía estar solo.

No podía imaginar el dolor que le dio la bofetada. Que se lo aguantó como también las ganas de llorar. Recuerdo estar tan avergonzado que no tomé la mano de Kenny durante todo el camino, a pesar de sus intentos tímidos por hacerlo. La retiraba.

En la puerta me quiso besar pero me alejé antes de que pudiera hacerlo. Kenny me miró triste, unos ojos que no olvidaré jamás. Cuando caminé una cuadra, partí a llorar a un nivel exagerado. Soy un llorón, un maldito llorón y no me merezco a Kenny.

Hola cielo, ya entré a casa. ¿Tú estás en la tuya?

Estoy cerca. Buenas noches.

Odio, odio, odio.

Al llegar a casa vi a mamá pero ella no me regañó. Estaba atenta al periódico y desvió la mirada de él para mirarme a mí. Estaba tan lloroso que decidió no preguntarme por lo que había pasado.

— Hola, Butters. — me saludó.

— Hola, mamá. — le respondí. Corrí hacia ella, y aunque no era costumbre, la abracé y así me quedé un rato largo. Llorando en sus hombros. Mi madre no era una mujer muy amorosa, pero de todos modos me dio palmaditas en la espalda aunque no entendía lo que estaba pasando.

— Papá llegará en un rato. Te recomendaría que vayas a dormir. — me dijo. Pero sabía que mi noche iba a ser muy, muy larga.

Al día siguiente levantarme de la cama fue como un martirio.

Me sentía de la mierda y para colmo, el día estaba frío. Los ojos me dolían de tanto llorar. Llorar hasta quedarme dormido, aunque dudaba haber descansado más de dos horas durante la noche.

Llegando al instituto, ignoré a casi todos mis compañeros de clase y noté que el gimnasio estaba abierto. Había pelotas rebotando y chicos con abrigos curiosos jugando. El equipo de Stan estaba practicando para las olimpiadas nacionales de deportes.

Me asomé por las gradas y vi a Kyle Broflovski. Casi podía entender a Eric y el porqué estaba tan obsesionado con él, pero mis ojos solo estaban centrados en Kenny, a quién, desde que llegué al instituto, había evitado encontrarme con él.

Kyle es un pelirrojo muy bonito. Estaba sentado en una de las gradas mirando a Stanley Marsh jugar. Es que Stan y Kyle siempre fueron los mejores amigos. Incluso después de que Stan se volviera alcohólico y se uniera el equipo de deportes.

Mientras Stan la rompía en la cancha y las porristas se enloquecían con sus jugadas, Kyle no le despegaba la mirada de encima. Noté que con esos mismos ojos, Eric lo miraba.

Quise distraerme y noté que Clyde creía que los halagos iban hacia él. Saludaba a las chicas (en especial a Bebe) con su clásico gesto. Y no pude evitar reír por esto.

— ¿Leopold? — escuché. Giré y me encontré a una Wendy Testaburger aún más divina de lo que estaba en la fiesta. Pensé que todavía estaba ingresada en el hospital.

— ¿Wendy? ¿Cuándo saliste del hospital? — pregunté.

— Ayer. Oye, ¿Viste a Kyle? — me parecía raro verla preguntar por el mejor amigo de su ex novio. No recuerdo haber visto nada entre ellos durante la fiesta, creo que siquiera se dirigieron la palabra.

— Está en las gradas. — respondí. Wendy se adelantó pero antes de encaminarse hacia allí, volteó hacia mí.

— ¿Quieres acompañarme? — preguntó. Asentí y la seguí, pero esperando no encontrarme con Kenny.

Kyle vio acercarse a Wendy conmigo y vi como se ponía tan pálido que sus pecas resaltaban a montón. Lo saludé con una sonrisa y él me la devolvió, aunque forzosa.

— ¡Hola, mi Kahl querido! — "Kahl" sonó como el apodo que Eric le tiene desde pequeños — ¿Cuándo acabará el partido? Ya quiero ver a Stan.

— Supongo que eso lo sabrás tú. — respondió Kyle — no tengo idea Wendy, pero si quieres puedes quedarte viéndolo conmigo. Ah, y hola. Leopold. — sonreí amigable. Quería fingir que nada había pasado con Kenny, pero todo me recordaba a él. Inclusive el rostro de inconformidad de Kyle al tener a Wendy a su lado.

— Oigan, chicos. — llamé. Kyle y Wendy me miraron — ¿Les puedo hacer una pregunta?

— Adelante. — indicó Kyle.

— ¿Cómo les caigo yo? ¿Qué opinan de mí?

Hubo una pausa larga. Wendy y Kyle se miraron, aunque Wendy fue la primera en hablar.

— Yo creo que eres un niño muy dulce, Leo. — respondió ella — y muy, muy tierno.

— Yo creo que estás bien. Mientras distraigas a Kenny, todo bien.

¿Distraer a Kenny?

— ¿Qué le pasa a Kenny? — pregunté. Kyle me miró y arrugó el entrecejo.

— ¿En serio no sabes? — me cuestionó. Negué — Kenny es adicto a María.

— ¿María? ¿Quién es María? — volví a preguntar. Ya me estaba de vuelta agarrando lo de ayer. Wendy acarició mis manos y cogió aire para confesar quién diablos era María.

— Marihuana, Leopold. Kenneth es adicto a la marihuana.

Quedé mudo. Ya pensaba que me estaba engañando con otra.

— En fin, Leo. Creo que deberías saber que Kenny es una persona bastante especial. Es muy bueno, pero muy raro. Muchas veces te lo vas a encontrar tranquilo, feliz. Y otras veces desaparece días para después aparecer de la nada. Pero siempre con una sonrisa para los demás. Kenny siempre fue así.

Aún recuerdo como, cuando éramos niños, Kenny enfermó de una enfermedad muscular. Luego desapareció. De hecho nadie recuerda bien si estaba muy enfermo, pero pensamos que sí y hasta aprendimos a vivir sin él hasta que, un día, volvió a aparecer en South Park.

Éramos dos niños muy pequeños. Nueve o diez años. Había entrado a la habitación y lo vi tan frágil, tan débil, tan pálido. Fue literalmente unas horas antes de que desapareciese durante un tiempo. Y hubieron muchas más para nuestro pesar.

Me miró, tomó mi mano y no quitó sus ya apagados ojos azules de mí. Al rato llegó Kyle, de ahí lo tuve que dejar. Pero me encontré con Chef en el pasillo y me dijo que todo iba a estar bien.

¿Quién era Chef? Pues, Jerome McElroy, alias "Chef", era el cocinero de la escuela primaria de South Park.

Era un hombre negro y gordito. Yo no tuve la misma conexión con él como la que tuvo el grupo de Stan y Kyle. Se podría decir que Eric Cartman lo veía como un padre; nunca volvió a ser el mismo después de su muerte.

Si Eric de por sí era hijo de puta antes de la muerte de Chef, después de que se fue cayó aún más bajo. Chef era como la figura paterna que nunca tuvo.

"— Hola, chico.

— Hola, Chef. — saludé.

— ¿Cómo te va? — me preguntó, aunque por mi cara ya se podía imaginar mi respuesta.

— Mal. — respondí.

— ¿Por qué mal?

— Kenny no va a morir, ¿Verdad, Chef? — de hecho Chef no se separó de Kenny hasta el último momento. Chef era... muy importante para nosotros. Si él viera en lo que el curso se ha convertido, estoy seguro que estaría decepcionado.

— La muerte es algo muy misterioso, Butters. — dijo — creo yo que va haber un final para Kenny. Y sea malo o sea bueno, ambos tienen algo bonito que sacar.

— ¿Cómo va a ser bonita la muerte de un niño?

— La muerte significa que ya no hay nada más, Butters. Si Kenny muere, no le va a doler nada. Si Kenny vive, sería muy bonito.

Aquella frase me marcó durante largo rato.

De la muerte siempre se puede sacar algo bonito, a pesar de que lo previo a eso puede llegar a ser horrible."

Cuando todo esto acabe ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora