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Por la mañana desperté dentro del vehículo, en compañía de mi dulce Kenneth.

Descansaba sobre mi pecho después de una noche acalorada de sexo; el Leopold de hace unos años no se podría haber creído con quién perdería la virginidad.

Tal y como le dije, sí me acabó doliendo, pero sentir la respiración de Kenny era una especie de anestesia para mi dolor.

— Buenos días. — saludé. Kenny despertó y volteó a verme.

— Buenos días, mi amor. — me saludó. Admiraba su capacidad para estar super alegre apenas se despertaba — estoy muy orgulloso de lo de anoche.

— ¿De verdad lo dices? — sonreí sintiéndome halagado. Kenny me acercó a él y plantó besos en mi pecho y cuello que me provocaban ciertas cosquillas.

— Sí. — respondió — ya no cenaré más. Me mudaré contigo y tú serás mi cena de todas las noches.

No pude evitar volver a reír y esta vez besar la frente de mi amado con suma dulzura. Él me miró con ojitos de amor, esos que me enloquecían. De la nada me interrumpió con su típico beso de bienvenida y rodé los ojos todavía sin dejar de sonreír. Era muy de mañana. Nuestros alientos estaban fatales, pero no tanto como el mío.

— ¿Qué hora es? — pregunté. Kenny desconectó su teléfono del cargador y lo observó.

— ¡Oh, santo cielo! ¡Siete y media! Tenemos que correr ya al hospital. — explicó el chico — mi amor, nos vemos a la tarde en la plaza. Como arreglamos, ¿Está bien? — asentí. Compartimos unos besos rápidos antes de que se disponga a llevarme al hospital de nuevo.

Había sido la mejor noche de mi vida. Y sabía perfectamente que por esto mis padres no iban a castigarme si es que llegaba temprano a mi habitación.

Al llegar, sentí un poco de inseguridad de alejarme de Kenny, pero lo confundí con miedo a entrar al hospital. La había pasado tan bien que me había olvidado de tener esa charla con Kenny.

Ya cerca de la ventana que me llevaría a mi habitación, giré a Kenny. Esperé que me preguntase por mis diagnósticos, pero nada. Únicamente me dio un beso de despedida y un "te amo, nos vemos luego." en un susurro.

Estaba conforme, pero necesitaba hablar de esto con él. No quiero perderlo por mi inseguridad.

Al final subí. Kenny se fue en cuanto entré por la ventana. Noté que Wendy ya no estaba en mi cama y entré en pánico, pero encontré una carta en su lugar.

"Hola Buttercup, me he ido del hospital antes de tiempo porque no quería que mis padres me descubriesen, lo siento."

Suspiré, la guardé, y me senté en la cama para cambiarme la ropa. Logré hacerlo antes de que mi madre entrase.

— ¡Butters! Ya te puedes ir. Guarda todo. — indicó mi madre. Le sonreí con ternura y proseguí a guardar literalmente nada, porque no había usado otra ropa desde ayer. Solo la carta de Wendy.

En el coche todo era silencio, pero mi madre se veía de algún modo aliviada por todo.

— ¿Qué te dijo el médico? — pregunté. Mi madre me miró de reojo.

— Dijo que eres un torpe. — oh, sí. Eso es verdad — es broma. Me dijo que eres propenso a sufrir síncopes vasovagales constantemente. Y que tienes trastorno de ansiedad generalizado.

¿Trastorno de ansiedad generalizado? Mierda. La había pasado tan bien con Kenny que me había olvidado de todo lo demás.

— Está bien. — respondí — ma, tengo otra pregunta. ¿Puedo ir con unos amigos hoy al parque?

Cuando todo esto acabe ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora