PRÓLOGO (2)

194 32 4
                                    

—¿Dónde estabas? —espetó Alex unas horas más tarde, cuando una figura encapuchada entró en su dormitorio.

Dejó de pasear de un lado a otro y el batín de seda negra se balanceó alrededor de sus piernas desnudas.

—Ya sabes que vengo cuando puedo, Al.

La capucha cayó hacia atrás y dejó al descubierto una melena castaña y el rostro del que ella se había enamorado. Cruzó la estancia en dos zancadas y atrapó los labios de ella, abrazándola y levantándola del suelo mientras la besaba.

—No me basta con eso, Em —replicó con la respiración entrecortada—. Ni de lejos.

—No puedo dejarlo todo sólo para atender tus necesidades. Soy una mujer casada.

—No hace falta que me lo recuerdes —se quejó Alex—. Nunca podré olvidarlo.

Escondió el rostro en la curva del cuello de su amada e inhaló profundamente. Era tan suave e inocente, tan dulce...

—Te he echado de menos —dijo.

Emily, ahora lady Sinclair, se rió sin aliento con los labios húmedos por sus besos.

—Mentirosa. —Le hizo un mohín—. En las dos semanas que hace que no coincidimos, se te ha visto en compañía de esa actriz en varias ocasiones.

—Ya sabes que ella no significa nada para mí. Es a ti a quien amo.

Alex podría explicárselo, pero Em jamás entendería su necesidad de follar de esa manera, salvaje y sin límites, igual que tampoco entendía las exigencias de su esposo. Era demasiado delicada, poseía un carácter sumamente sensible, incapaz de comprender tal pasión. Era el respeto que sentía hacia ella lo que hacía que Alex buscase alivio en otras mujeres.

—Oh, Al —suspiró Em y le enredó los dedos en los mechones de la nuca—. A veces creo que lo dices de verdad. Pero quizá sólo me amas del modo en que es capaz de amar un hombre.

—Eso no lo dudes nunca —afirmó Alex con vehemencia—. Te amo más que a nada, Em. Siempre te he amado.

Se detuvo un segundo para quitarle la capa y lanzarla al suelo, y luego la cogió a ella en volandas para llevarla hasta la cama que las estaba esperando.

La desnudó con suma eficiencia mientras la sangre le hervía por dentro. Se suponía que Emily iba a ser su esposa, pero cuando Alex había vuelto de su Grand Tour por el continente, descubrió que su amor de infancia se había casado con otro. Ella le dijo que ella le había roto el corazón al irse de viaje y que los rumores de sus aventuras amorosas no habían tardado en llegar a sus oídos. Le recordó además que no le había escrito ni una sola vez, lo que la llevó a deducir que la había olvidado.

Alex sabía que había sido su propia madre la que había sembrado la semilla de la duda entre ella y su amada y que se había encargado de regarla a diario. Para la marquesa, Emily no era digna de casarse con su hija. Quería para Alex una mujer de alto rango, así que ella estaba decidida a hacer completamente lo contrario, para devolverle la jugada y pagarle con la misma moneda.

Si Emily hubiese tenido más fe en ellas y la hubiese esperado un poco más, a esas alturas estarían casadas. En ese mismo instante podrían estar en su lecho matrimonial, uno del que ella no tendría que escabullirse antes de que saliese el sol.

Desnuda, con la piel resplandeciente como marfil a la luz de las velas, Emily la dejaba sin aliento, como siempre. Alex la amaba desde que tenía uso de razón. Ella siempre había sido muy hermosa, pero no del modo en que lo era Pipes. Ésta poseía una hermosura terrenal, muy carnal y sensual, mientras que Em tenía otra clase de belleza más frágil y discreta. Eran tan distintas como una rosa de una margarita.

Y a Alex le gustaban mucho las margaritas. Levantó una mano y le tocó un pecho.

—Todavía te están creciendo, Em —le dijo, al notar que su seno pesaba un poco más que las otras veces que se lo había acariciado.

Ella cubrió la mano de ella con una de las suyas.

—Alex —dijo con voz débil.

Ella la miró a los ojos y le dio un vuelco el corazón al ver el amor reflejado en su mirada.

—¿Sí, mi amor?

—Estoy enceinte.

Alex se quedó sin habla. Ella siempre había tenido mucho cuidado y había usado protección.

—¡Em, Dios santo!

Los preciosos ojos azules de ella se llenaron de lágrimas.

—Dime que te hace feliz. Por favor.

—Yo... —Le costó tragar saliva—. Por supuesto que me hace feliz, cariño. — Tenía que hacerle la pregunta obligada—. ¿Y Sinclair?

Emily sonrió con tristeza.

—Creo que nadie pondrá en duda que el niño es tuyo, pero Sinclair no lo repudiará. Me ha dado su palabra. En cierto modo, está bien que las cosas sucedan así. Mi marido dejó a su última amante cuando ésta se quedó embarazada.

A Alex se le encogió el estómago al comprender lo que estaba pasando y se quedó tumbada en el colchón. Se la veía tan pequeña, tan angelical encima de aquella colcha de terciopelo rojo... Se quitó el batín negro y se tumbó encima de ella.

—Fúgate conmigo.

Bajó la cabeza y selló sus labios con un beso, gimiendo al notar el dulce sabor de su amada. Si las cosas fuesen distintas... Si ella lo hubiese esperado...

—Fúgate conmigo, Emily —volvió a suplicarle—. Tú y yo podemos ser muy felices juntas.

A ella le resbalaron lágrimas por las mejillas.

—Alex, mi amor. —Le cogió la cara entre sus pequeñas manos—. Eres una soñadora.

Ella escondió el rostro en el valle de sus pechos y movió las caderas encima del colchón, para ver si así conseguía dominar su erección. Recurriendo a su férrea disciplina, logró apaciguar un poco aquel instinto tan primario que parecía controlarlo.

—No puedes resistirte a mí.

—Por desgracia tienes razón —suspiró ella, acariciándole la espalda—. Si hubiese sido más fuerte, qué distintas serían nuestras vidas. Pero Sinclair... es muy buen hombre. Y ya le he humillado bastante.

Alex le cubrió de besos el vientre, apenas abultado, y pensó en el niño que estaba creciendo allí dentro. Se le aceleró el corazón y casi tuvo un ataque de pánico.

—¿Y qué harás entonces, si no quieres venir conmigo?

—Mañana mismo me voy a Northumberland.

—¡Northumberland! —Levantó la cabeza, sorprendido—. ¡Maldita sea! ¿Por qué te vas tan lejos?

—Porque allí es adonde quiere ir Sinclair. —Colocó las manos bajo los brazos de Alex y tiró de ella, al mismo tiempo que separaba las piernas—. Y, teniendo en cuenta las circunstancias, ¿Cómo puedo negarme?

Alex tuvo la sensación de que Emily se le estaba escurriendo de entre los dedos y se incorporó un poco para penetrarla con su erección. Gimió de lujuria al notar cómo el sexo de ella lo envolvía.

—Pero volverás —dijo con voz ronca.

Emily movió su castaña cabeza de un lado a otro sobre la almohada, sacudida por el placer, y cerró los ojos.  

—Dios, sí, volveré. —El interior de su cuerpo tembló alrededor del miembro de Alex—. No puedo vivir sin ti. Sin esto.

Abrazándose a ella, empezó a mover las caderas despacio, poseyéndola del modo que a Emily más le gustaba, aunque eso implicase contener sus propias necesidades.

—Te amo, Em.

—Amor mío —suspiró ella, al alcanzar el placer entre sus brazos.



🔸🔸🔸🔸🔸

Creo que esta parte no les va a gustar tanto, así que en un rato más les publico la ultima parte del prólogo💗

🔸🔸𝙈𝙔  𝘿𝙀𝘼𝙍  𝙒𝙄𝙁𝙀🔸🔸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora