Parte 56: Despedida

1.5K 213 61
                                    

De camino a la guardería de mi pequeño me sentía enfadado y al mismo tiempo triste, tras saber que era inútil seguir aferrándome a él, además para variar me enfada haber tenido razón cuando aquella vez en medio de la nada iniciamos por segunda vez nuestra relación.

Recuerdo cómo aquel día le aseguraba que era mejor no involucrarnos, ya que, si las cosas no funcionaban, sería mi hijo quien sufriría mucho más de lo que yo ahora mismo sufro.

Yo tenía asumido de que esto ocurriría, mientras que Luther sigue sin comprender por qué su padre lo odia y sin duda, me duele verlo llorar en varias ocasiones por culpa de Allan.

Supongo que ya es momento de asumir que es innecesario insistirle a alguien que no desea tomar su papel de paternidad, él se niega a creer que Luther es su hijo y... de cierta forma, es egoísta de mi parte seguir pidiéndole que lo quiera, cuando ya no lo hace.

Cuando llegué a la guardería, mi hijo se acercó a paso lento, mirando en dirección al suelo mientras yo trataba de entablar una conversación con él.

Luther ha dejado de sonreír desde que Allan le habló con desprecio, ya no se emociona cuando me ve llegar a su guardería, ni tampoco lo hace cuando le hago su comida favorita o cuando le compro algún juguete.

Me duele ver a mi pequeño de este modo, aunque por suerte, los padres de Allan se han mantenido presentes y de cierta forma, es de gran ayuda, ya que lo hace sentir parte de él, aun cuando es evidente que Allan no desea involucrarse con nosotros.

Mi hijo se anima un poco cuando sus abuelos aparecen en nuestra casa, o cuando lo invitan a comer un helado, ya que le hace saber que, en realidad, si es su hijo, aunque últimamente es algo que él se ha estado planteando.

–Papi...–me nombró desanimado– ya no quiero más.

–Pero mi amor, ni siquiera has tocado tu cena– dije viendo su plato intacto.

–Es que... no quiero...–respondió desanimado.

–¿Qué pasa? Sabes que puedes hablar conmigo– le aseguré, acercándome a él para tomarlo en mis brazos y sentarlo en mis piernas.

–Es sólo que... ayer, cuando salí con mis abuelitos, vimos a papá...–me informó, mientras que yo me sorprendía por la noticia, sabiendo que eso era algo preocupante– yo pensé que él ya me recordaba, pero... –bajó la mirada– dijo que no podía llamarlo papá.

–Hijo...

–¿Cómo debo llamarlo para que no me odie? –me preguntó viéndome a los ojos con lágrimas recorriendo sus pequeñas mejillas– me he portado bien...–me aseguró con la voz quebrada– he sido un buen niño, pero él sigue sin regresar...

–Cariño, no se trata de portarse bien– le decía con dulzura, tratando de consolarlo.

–¿Entonces...? –me preguntó– papá me mira con enfado y... duele...

–Lo sé...–dije abrazándolo, queriendo darle todo mi cariño– Allan no es el mismo que conocíamos, ahora él no recuerda lo que pasamos juntos, de hecho, debemos aceptar que él quiere buscar su felicidad en otra parte.

–¿Si dejo de llamarlo papá, será feliz? –me preguntó, sin embargo, yo no sabía qué responder– yo quiero que papá sea feliz, aun cuando no es con nosotros– agregó.

–¿Y si nos vamos? –le pregunté sin pensar, queriendo renunciar a todo lo que me conecta con él– ¿recuerdas cómo era antes de conocerlo? Podríamos regresar a esa vida.

–¿Tú no me abandonarás? –me preguntó viéndome a los ojos con miedo.

–No, mi amor– le respondí sintiendo cómo lágrimas bajaban por mis mejillas, tras notar su miedo– eres mi pequeño milagro y jamás te abandonaría.

Cállate/Cállame BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora