Capítulo 19: Estar Contigo

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Peyton Harvey

¿Una conexión? Creo que es más que eso

Nora está insoportable.

Y no. Esta no es la opinión de una chica que empieza a sentirse ofuscada por los comportamientos compulsivos y sobreprotectores de su madre, ¿vale? Ella en realidad está más irritante que de costumbre.

No puedes llegar tarde a la escuela. Necesitas subir tus notas. No me gusta que entrenes tanto. No me gusta que trabajes tomando fotos.

Es como si estuviese tirándome a la cara todo el tiempo que no fue una madre de verdad; juro que en cualquier instante acabaré tumbada en un barranco solo para estar alejada de ella. No bromeo.

«Quizás no deberías pensar así. Saliste de su vagina, ¿sabes?».

Ya sé, ya sé. ¡Pero aun así! Que incómodo es sentir que no puedes mover un solo músculo porque ella te mira como un ave a un gusano. O peor, como un verdugo a un culpable.

—Solo está asustada—musita Norman con la mirada fija en la pantalla de su portátil mientras que yo estoy al borde de un colapso.

Mi dulce madre decidió exiliarlo al sofá durante las últimas catorce noches que ha estado aquí. El hombre no quiere irse a un hotel a pesar de tener los recursos porque es obvio que desea información acerca de cada cosa que ocurre. No lo dice explícitamente, pero lo sé y no lo culpo.

Le ha insinuado a Nora un par de veces que podría dormir con ella si siente su cama demasiado vacía, pero mamá declina su oferta mandándolo a comer mierda. Es muy tierno.

—No, papá. Esto es demasiado y lo sabes.

El pelinegro me observa por encima de la pantalla un instante.

Las gafas que utiliza cuando hace ediciones le dan un toque mucho más serio que ni siquiera consigue ser opacado por su camiseta con estampado de Chimuelo.

Ambos estamos conversando en susurros mientras que Nora se ha ido a dormir con Niklaus. Tal parece que mi bebé es lo único que le ha dado tranquilidad durante los últimos días porque a mí me mira y no tengo idea de lo que quiere decir.

—Sí, ya sé.

—¿Y entonces?

Suelto un gruñido frustrado mientras empiezo a dar vueltas en la sala de estar. Aparto mechones de mi cara de un manotazo, estoy en una situación en la que mi propio cabello me molesta; eso es grave.

—¿Justifica eso que se comporte así? Ayúdame a entender.

—Peyton, —hago una mueca al oír su tono cortante—han pasado ya varios días y no hemos dejado de ir a la estación de policías más veces de las que desearíamos. Los periódicos de nuevo están prestándonos atención y ahora son más implacables que antes. Incluso yo tengo instintos homicidas.

—No estás matando a nadie aún.

—Tú lo has dicho...aún.

Pongo los ojos en blanco y los brazos en jarras.

—Mira, seré comprensiva un momento, ¿de acuerdo? Ella se siente horriblemente insegura por lo que pueda pasar cuando salga y está en todo su derecho de madre.

¡Mírame y Di Queso!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora