Epílogo

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Peyton Harvey

Respiro profundo para llenarme de infinita paciencia.

«No puedes asesinar a tu cliente. No puedes matar a nadie porque es ilegal. ¿Por qué demonios es ilegal?»

—No lo sé, no me convence esa pose—dice ella haciendo una mueca que luce asquerosamente perfecta en su rostro.

Suspiro por quinta vez en menos de un minuto.

—Ya te he dicho, Rosaura, que podemos tomar otra de las treinta que tenemos si esa no te gusta.

—Tampoco me gustan las otras veintinueve, me veo gorda en todas.

—No te ves gorda—mascullo a punto de estamparle la cámara por la cabeza, pero recuerdo la voz de mi papá diciéndome que eso no es lo mejor que puedo hacer.

—Claro que sí, vamos, hagámoslo de nuevo. Esta vez trata de tomar mi mejor ángulo, ¿puedes?

Asiento, no queda más remedio que hacer lo que quiere, al fin y al cabo me está pagando.

—De acuerdo, aquí vamos...

Luego de quince intentos más, Rosaura parece estar de acuerdo con las fotografías, aunque estoy segura de que cuando se las entregue, encontrará quién sabe cuántos defectos más en ellas. No entiendo realmente cómo lo hace, pero ya no es mi problema, o por lo menos no hasta la semana que viene.

Escucho mi móvil sonar en alguna parte de mi bolsillo, contesto solo cuando compruebo que no se trata de mi linda y para nada perfeccionistas clienta.

—Hola, papá.

—Hola, hija. ¿Ya estás cerca?

—Me faltan unas cuántas cuadras para llegar, Rosaura estaba insoportable hoy.

Escucho una risa por la bocina y luego lo que parece ser un grito de mi hermanito.

—Supongo que lo estaba, pero ya sabes que no puedes...

—Estamparle la cámara en la cabeza, lo sé, lo sé. ¿Ya terminarte?

—Aun no, me quedan un par de minutos, pero necesito que vengas por tu hermano, no ha dejado de llorar y gritar.

—Es normal en un bebé de su edad papá, han pasado tres años, no será el mismo que se mantenía distraído con un cochecito de metal.

—Que buenos tiempos aquellos.

—Sí, claro—pongo los ojos en blanco—. Papá estoy llegando, nos vemos en unos minutos.

—De acuerdo, ten cuidado al cruzar, ¿quieres?

—Siempre tengo cuidado al cruzar.

—Sí, ajá.

No tengo tiempo de quejarme porque cuelga el móvil. Resoplo, tal parece que hoy todo el mundo se ha empeñado en hacerme la vida imposible.

Entro a la compañía para la que papá trabaja luego de saludar al vigilante, Robert. En el ascensor espero paciente hasta llegar al piso doce y mientras eso sucede hago un breve recuento de las cosas que aun tengo que hacer en lo que resta de día.

Tengo que escoger un tema para mi proyecto de la universidad. Ayudar a Niklaus con sus nuevas tareas. Ordenar mi habitación. Trabajar en las fotografías de Rosaura. Llamar a mamá y a Warner. Ah, y revisar las redes sociales de Rhaegar, eso es muy importante.

La verdad es que no parece que para él haya pasado el tiempo, sigue mintiéndose igual de guapo que siempre, aunque se lo ve un poco más maduro a pesar de que solo han pasado tres años. Luego de que nos despidiéramos en el aeropuerto estuvimos hablando durante meses, pero cada vez se hacía más complicado coincidir en los horarios y Rhaegar esta volviéndose una estrella junto a sus hermanos, no tendría tiempo para leer mis mensajes como antes.

Así que la comunicación acabó por disolverse hasta que finalmente nuestro chat se llenó de telarañas.

Eso no es algo que me moleste, sé que tiene una vida, así como yo la tengo y solo espero que sea feliz con ello.

Nora ha tenido una buena recuperación, si continúa así, dentro de un par de meses podremos sacarla de ese lugar y traerla a España con nosotros, durante las llamadas hemos tratado de reconstruir nuestra relación, al principio fue incómodo, pero ahora sí que se ha vuelto más sencillo.

Niklaus ha crecido muchísimo, ahora tiene seis años y parece más enfocado en ser nuestro tornado particular, pero no es molesto, llega a ser divertido ver como papá corre detrás de él para ducharlo.

Y, en cuanto a mí..., bueno, entré a la universidad y ahora estudio fotografía. De mis compañeros no sé nada, solo que Roselen consiguió la beca y que terminó con Colton unos meses después de eso, lo cual no me sorprende demasiado.

Escucho el pitido del ascensor y de inmediato salgo de mis cavilaciones para dirigirme al estudio de papá. Alexa, la asistente, me saluda con una breve sonrisa indicándome que pase.

Oigo voces y también risas, lo que me hace suponer que Norman está haciendo un buen trabajo y que Niklaus se ha quedado tranquilo.

Con cuidado abro la puerta y entro al estudio, busco a mi bebé, quien se adelanta para lanzarse como una bola de cañón hacia mis piernas.

—¡Nañi! —grita sacándome el aire.

Me encorvo un poco tratando de recuperarme para luego tomarlo en mis brazos y llenarle el rostro de besos sin importar quienes nos estén mirando.

—Bebé, casi me dejas sin aliento.

—No, no, no. —niega varias veces, esa ahora es su actividad favorita.

—Claro que sí.

—No, no, no.

Sonrío, esta ya es una batalla perdida antes de iniciar.

—¿En dónde está papá?

El bebé me señala hacia el lugar en donde Norman se encuentra tomándole fotografías a un grupo de chicos con ropa manchada de diversos colores, camino hacia él para saludarle y despedirme, pero al instante me detengo cuando reconozco a uno de los integrantes del grupo de chicos.

—Mierda.

Todos se giran al escucharme y eso me hace encogerme y dar un paso hacia atrás.

Miro a mi padre, quien tiene un gesto de disculpa en el rostro, pero es opacado por una sonrisa divertida.

Traidor.

Luego miro hacia los chicos, mis ojos se deslizan por Raven, Riagan, Rayco e incluso Raed antes de terminar en una mirada verde que hace aletear mi pecho.

—Hola, Hoyuelos. 

FIN

¡Mírame y Di Queso!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora