Capítulo 21: Un Paseo para Recordar

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Peyton Harvey

Salvarte a ti. A mí. A nosotros.

Siempre hay un momento. Un momento específico en el que desearíamos retornar al pasado y establecernos para siempre en el instante en que fuimos felices.

Ahí en donde no sientes más que alivio, felicidad o simple tranquilidad. Hay una red que impide a las emociones negativas traspasar tu piel y solo hay..., paz.

Ese momento lo es todo cuando el mundo bajo tus pies no hace más que tambalearse; impidiéndote actuar.

Creo que si tuviese que escoger un momento en el que desearía quedarme por el resto de mi vida, tomaría la noche que Rhaegar se quedó a dormir. No puedo afirmar que pude conciliar el sueño como me hubiese encantado, pero aproveché esas horas en vela para grabar en mi memoria cada facción de su rostro, cada pestaña, cada mínimo gesto o sonido que emitía en sueños.

Lo conocí esa noche de una forma incluso más íntima de lo que muchos piensan y no solo hablo de ese momento en el que le permití tocarme, hablo de que se mostró ante mí de la forma más vulnerable posible y eso me hizo sentir..., plena.

Y desearía volver ahí.

«Pero no puedes».

No. No puedo. Y se siente igual de asfixiante que un montón de calcetines mojados atorados en mi tráquea.

—Peyton, cielo ¿quién es tu amigo? —Inquiere Jakob con tono áspero.

Su voz me saca de mis cavilaciones de golpe y, por instinto, conduzco mis manos hasta tomar el brazo de Rhaegar con intenciones de alejarlo. Sé que no necesita de mí para defenderlo e incluso la idea de interferir se me hace algo tonta, pero no me moveré. Moriría con gusto antes de permitir que Jakob y Rhaegar estén solos.

Mi movimiento es algo violento e incluso creo que mis uñas se encajan en su piel, sin embargo, él no cede. Esto es como si estuviese tratando de mover una pared de acero gélido.

Al no obtener una respuesta, Jakob intenta llegar de nuevo hasta mí con un movimiento ágil, pero es detenido casi al instante por la mano del rubio, quien lo sostiene por la muñeca con fuerza.

—No la toques.

En los labios de Jakob se forma una fina línea.

—¿Disculpa?

—No voy a repetirlo.

—Rhaegar...—murmuro tirando de él una vez más.

No quiero que ocurra nada malo. No aquí. No ahora. Tan solo deseo irme lo más pronto posible mientras intento buscar una explicación dócil para Rhaegar cuando me pregunte lo que está sucediendo aquí.

—Estábamos teniendo una conversación, amigo. No te recomiendo que te metas.

—Dos cosas. —Rhaegar le muestra una sonrisa irónica—. La primera: no había conversación, ella no te quiere cerca y por tu bien espero que lo respetes; y la segunda: no soy tu maldito amigo, ¿entiendes?

—Rhaegar..., solo vámonos, ¿sí? No quiero continuar aquí.

—¡Oh, no! Tranquilos—dice Jakob mirando la hora en su reloj y dándole un último sorbo a su bebida. No me pasa por alto la chispa malévola y divertida en sus ojos—. Ya me iba, pueden seguir disfrutando de esta..., linda noche. Nos vemos, Peyton.

Soy bastante rápida para entender que detrás de esas palabras se esconde una amenaza. Eso es un hecho. Pero no lo soy para esquivarlo en el instante en que pasa junto a mí. Nuestros hombros se rozan unos segundos antes de que él desaparezca en el mar de gente que hay en el club y podría jurar que una brisa gélida, casi nociva ha quedado prendada de mi piel.

¡Mírame y Di Queso!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora