Peyton Harvey
Hace Unos Cuantos Años
Escuché a mi mamá decir que no era difícil identificar a una persona con problemas de violencia.
Tenía quince años para ese entonces, tres menos que ahora y una mente bastante cerrada, o idiota si prefieres usar ese término.
Durante toda su explícita explicación solo pude resumir una cosa; siempre vendrá a ti el pequeño augurio sobre lo que te espera si no quemas tus pulmones al correr lejos de la inminente explosión que se generará cuando no tomas cartas en el asunto.
Recuerdo muy bien que ella comentaba que todos reaccionábamos de diferente manera cuando un ataque de ira se adueñaba de nuestros sistemas, pero que en personas con patologías como éstas las cosas se volverían más...intensas. Contó que la rabia recorrería sus venas y sería expresada con puñetazos, bofetadas, amenazas y quizás—solo quizás—la muerte.
Me asusté hasta la mierda cuando las palabras dejaron de salir de sus labios, entonces, decidí que sería momento de regresar a mi habitación para cometer el peor error de mi vida, el error que desencadenó miles de daños colaterales que definitivamente no tienen arreglo.
En aquel momento quería proyectar en mis pupilas la simple idea de que lo que sucedía era un sueño, uno en donde sabía que él no estaría a punto de lastimarme. Uno en donde la penumbra del lugar al que desinteresadamente apodaba hogar no se asemejaba en nada a lo nublada e inservible que estaba mi sentido de la racionalidad. Uno en donde podría despertar cuando el miedo se volviese insostenible.
No obstante, mi subconsciente me murmuraba que era real, que el dolor en mis costillas era real, que el ardor en mi mejilla era real, que el corte en mi brazo era real. Todo era la jodida realidad.
Sentí entonces algo gélido enrollarse con determinación en mi tobillo para después tirar de él con fuerza, el impacto entre mi barbilla y las escaleras no se hizo esperar. Estuve segura de que pudo haber resultado peor para mí si los reflejos no hubiesen actuado de inmediato. Tenía las extremidades y el estómago aullando de dolor pero, aunque sonase fraudulento, de mi boca no salía ningún quejido...aún.
Al mirar por encima de mi hombro conseguí una figura alta e imponente con hebras despeinadas y respiración errática. Su lenguaje corporal me hizo suponer al instante que estaba enojado, ¿cuál era la prueba de ello? El dolor punzante que atacó mi tobillo como diez mil cuchillas.
—¡Para! ¡Para! ¡Para! —Chillé hasta casi experimentar cómo mis cuerdas vocales de destruían.
—¿Qué pare? —Gruñó liberándome por un minuto, como si le repugnara el tocarme. Respiré agitada—. ¿Acaso tú te detuviste cuando ella te lo pidió? ¿Pensaste en mí? ¿En las personas a las que lastimarías? —generó una larga pausa al notar como su voz se quebró separándose escasos pasos. A pesar de la densa oscuridad, pude darme cuenta de la hinchazón en su cuello—. O mejor hagamos una cosa, ¿qué te parece si hablas de una vez por todas? Ni siquiera estás defendiéndote, ¿es que acaso te mereces lo que te hago?
La tarea de contestarle se había trazado como una imposibilidad. Recuperar el aliento después de una lesión como esa no podía ser tan fácil. Ni siquiera podía sentir que estaba realizando bien todo el proceso, no podía sentir nada más allá del desasosiego que me otorgaba la amarga sensación de estar atrapada y de no tener el valor suficiente para también recalcarle a él sus errores. Decirle que todo lo que pasó sí que era por su culpa se volvió mi deseo más intenso, pero mi lengua estaba muerta.
Relamí mis labios en un burdo intento que me ayudaría a contestarle, pero asumí que él pensó que estaba ignorándolo. Como si fuese tan estúpida.
Con el miedo incrementando a niveles inimaginables, lo vi acercarse de nuevo. Estiró su brazo una vez más y luego los mechones de mi cabello se encontraron entre sus dedos, tiró de ellos con tanta fuerza que la unión de su pecho y mi espalda no tardó en producirse. Nuestras mejillas colisionaron por un segundo, el olor dulce de su perfume me mareó instantáneamente y, ¡Dios! Quería vomitar.
—Yo no hice nada—susurré tragando en seco.
—¡Sí lo hiciste!
Su agarre se afianzó provocando en mí una mueca. Mi rostro se sentía hinchado, caliente y húmedo al mismo tiempo. Era asqueroso.
—Yo no hice nada...te lo juro...por favor, solo suéltame—tartamudeé.
Hice mi mayor esfuerzo por sostener su muñeca a pesar de que el dolor en mis hombros, brazos y manos se volvió casi irresistible.
Utilicé las últimas fuerzas que poseía para rasguñarlo a la espera de que me liberase. No quería llegar a eso, no pensé que una acción tan mínima ocasionaría un daño tan caótico y colateral. Solo quise hacerle saber que siempre me tendría; lo hice por ella.
—V-vamos a hablarlo, ¿sí? Esto no es...
—¿Sabes qué es esto? Es lo que pasa cuando te metes en donde no te llaman, si tan solo te hubieses quedado tranquila...bien, es hora de afrontar las consecuencias.
Conocía a la perfección la composición de un cuchillo, y pude haber apostado a que lo que se presionaba contra mi estómago no era nada parecido.
Agotar mi último recurso estaba mal, pero la desesperación se estaba volviendo cada vez más notable, el pensamiento de que podría morir punzaba en la parte trasera de mi cabeza. No era el momento idóneo para ello, por supuesto que no lo era...pero aun así lo hice.
Dejé de sostener su muñeca con una de mis manos y la bajé con el suficiente impulso golpeándolo en lo que supuse fue su estómago. Estando en un punto tan alto en las escaleras tuve un gramo de ventaja, o suerte si así te gusta llamarlo. Él cayó, cayó de forma audible por los escalones hasta terminar en el inicio de los mismos. Indagar acerca de si continuaba con vida no era mi prioridad.
No perdí tiempo quedándome para averiguar si él seguía respirando pues, con la patética ayuda de mis manos, me arrastré hacia arriba y saqué fuerzas de algún lugar para alzar mi cuerpo y correr en dirección a la primera habitación que divisé.
Mi tobillo se quejaba provocando en mí rictus y sollozos que alarmaban a mi lado prudente.
Al cruzar el umbral de lo que reconocí como la habitación de mamá, me encargué de pasar seguro a la puerta para, posteriormente, atravesar en medio todo lo que consideré una buena barrera. Los portarretratos cayeron de la cómoda que empecé a movilizar con el hombro y las pocas energías que había recargado hasta ese momento.
«Bien, eso quizás lo distraiga por unos segundos y me dé suficiente tiempo».
—¿Qué intentas? ¿Escapar? —no me pasó desapercibido el tono jadeante de su voz—. No lo conseguirás encerrándote en la habitación de mami, niña. ¡Estás atrapada! Nunca te has defendido, nunca has dicho basta ya. Ni siquiera a Nora, ni a tu propio padre, ¡a nadie! ¿Qué te estimula a hacerlo ahora? Acepta de una vez que lo que pasó fue por tu maldita culpa.
La granada que estaba incrustada en su cabeza había detonado llevándose todo a su paso, él comenzaba a actuar con alevosía, no se movía con rapidez, sus pasos eran pausados, su tono era amenazante y también confiado. Estaba culpándome de una situación que él mismo generó por sus actitudes y creía en lo más profundo de su podrida consciencia que no iba a defenderme en esta ocasión.
—¡Yo no hice nada! —Dije bastante alto. Mi estado de cansancio se percibía a kilómetros de distancia. Sabía que no había hecho algo malo, yo no fui quien empujó a nadie hacia ese lugar, fue su entera decisión.
—¡Claro que lo hiciste!
Seguido de ello la madera recibió una acometida cargada de salvajismo.
«¡No!».
Di varios pasos hacia atrás, asustada. No quería morir. No así. No en aquel momento. Y, sin embargo, parecía un hecho cuando vi su expresión enloquecida asomar por el agujero de la puerta. Quise pensar bien el siguiente paso, quise que en mi mente apareciera una chispa de esperanza que jamás hizo acto de presencia.
Entonces salté al vacío con la incertidumbre de no saber si alguien podría recibirme abajo.
Salté, y honestamente no sé si hice lo correcto.
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¡Mírame y Di Queso!
RomancePeyton Harvey podría definirse a sí misma como una chica sin término existente. Sí, como lo leíste. La verdad es que no existe una palabra exacta que determine a la perfección lo que ella puede ser física, personal y académicamente. Sobretodo en e...