Capítulo 28: Por Mi Culpa

5 3 2
                                    

Peyton Harvey

Sé que nos quisimos..., pero lo hicimos mal

«Va a estar bien. Va a estar bien. Va a estar bien».

No dejo de repetirme las palabras a cada segundo que pasa, puedo percibir el frío de la pared en mi espalda y también el entumecimiento de mis piernas al estar flexionadas durante tanto tiempo; pero no puedo moverme.

No quiero moverme.

Escucho voces que provienen de todos lados, peticiones que hacen eco en mi cabeza, órdenes que ni siquiera me preocupo en cumplir, presencias que siento demasiado lejanas.

«Va a estar bien. Va a estar bien. Va a estar bien.

—... ¿Qué se supone que vamos a hacer ahora?

—¿Qué vamos a hacer? Obvio quedarnos aquí, Emmett, ella no va a moverse y tampoco quiere escucharnos.

—Su mejor amigo acaba de ser casi asesinado por un maldito psicópata, es obvio que no tendrá cabeza para nada más que no sea él.

—El chico despertó en la ambulancia por un par de segundos y luego se desmayó de nuevo, no está muerto.

Cierro los ojos con fuerza en cuanto el momento que relatan cruza por mi cabeza.

—Su diagnóstico no es el mejor, Norman. No sabemos qué pueda ocurrirle en el quirófano.

«Quirófano. Quirófano. Quirófano».

—No creo que le haga bien escuchar nada de esto ahora, no hablaremos más del tema por el momento, ¿de acuerdo? —hay un suspiro cansino detrás de la puerta—. Iré con ella.

Niego una vez..., dos veces..., tres. No quiero que nadie esté cerca de mí, no ahora.

Escucho la puerta de la habitación del hospital abrirse poco a poco, luego, la voz de Rhaegar llega hasta mis oídos como si estuviese a kilómetros de distancia de mí. Siento unas manos posarse en mis mejillas, pero casi al instante las aparto con un manotazo y me encojo en mi propia bata de hospital huyendo de su tacto.

—No me toques—farfullo cuando vuelve a levantar su mano.

—Peyton, ¿cómo llegaste aquí? —Inquiere con tono preocupado—. Estás sangrando, ¿te arrancaste la aguja? Mierda.

—Me dolía.

—Hoyuelos...

—No quiero que nadie me toque, por favor—tomo todo el aire que puedo para continuar hablando—. N-No quiero.

—Sabes que no te haré daño, amor. Solo quiero estar para ti como te dije que lo estaría, pero lo mejor será que vayas a la cama.

Mis ojos se humedecen ante esas palabras y mi labio inferior empieza a temblar, esta vez, no a causa de los nervios, si no a causa del deseo de contenerme de romper en llanto.

No es el momento, debo ser fuerte por ambos, debo ser fuerte por Drake.

—Solo..., ahora no, déjame aquí, no puedo moverme.

—No puedes quedarte en el suelo, al menos pásate a la cama, ¿sí? Hazlo solo tú, prometo no acercarme a menos que sea necesario.

—Yo no...

¡Mírame y Di Queso!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora