Peyton Harvey
Demos inicio a esta locura
«He pasado casi toda una vida huyendo de tipos peligrosos y ahora un estudiante de secundaria está a punto de atraparme. Doy pena».
—¡Ten cuidado con la fuente, idiota!
Los pasos de Drake resuenan con más fuerza sobre el pavimento, acercándose a mí a cada segundo que transcurre, y por miedo a ser atrapada, ordeno a mis piernas entumecidas bombear con mucha más rapidez. Pero no es simple. La harina que está esparcida por mis ojos y los mechones esponjados que se adhieren a mi cara me complican la tarea de trazar un buen camino. Para cuando quiero darme cuenta, ya es demasiado tarde.
—¡Detente! —Son las últimas palabras que le escucho decir antes de que las puntas de mis pies choquen contra el borde de algo.
Inmediatamente pierdo el entero control de mi cuerpo cuando éste se impulsa por sí solo hacia adelante. Poco después soy abraza por un torrente de agua helada que me cala hasta los huesos. La familiar sensación de ahogo que se presenta en menos de dos segundos da paso a la desesperación.
Trato de llegar a la superficie a pesar de que solo encuentro agua por montones.
«No se supone que las fuentes sean profundas. ¡¿Por qué esta fuente es tan profunda?!».
Vagamente viene a mi cabeza el recuerdo de La Fuente de los Cuatro Ríos en el Vaticano y entonces una alarma se enciende en la parte trasera de mi cabeza.
«Moriré. ¡Moriré ahogada!».
Sé que es un pensamiento patético, la solución es sencilla: nadar hacia arriba.
Pero no, no puedo hacerlo porque mis músculos se han entumecido hasta el punto de no poder moverme al tener tanto frío envolviéndome. ¿Alguna vez haz tratado de nadar en agua helada? No es recomendable a menos que seas un suicida.
La idea de que nadie se acerque a ayudarme está consumiéndome, estoy segura de que me vieron caer, ¿por qué no vienen? ¿Será que él...?
Sacudo mi cabeza intentando centrarme, no recuerdo bien en qué momento contuve la respiración, pero el oxígeno en mis pulmones se vuelve escaso; tengo que salir de aquí.
Abro los ojos a pesar de que pican un poco y nado lo más rápido posible hasta que emerjo del agua tosiendo y tanteando la rocosa orilla con mis palmas.
Me sostengo de ella como un gatito mojado, con mi barbilla temblando y las gotas deslizándose hasta mis párpados. Los olores inconfundibles de la harina, la malteada de fresa y el café persisten en mi uniforme. Es desagradable y humillante. Soy consciente de que hay muchos ojos observándome y también sé, muy en el fondo, que entre toda esta multitud se encuentra solo una persona que se dignará a ayudarme, si es que primero no vuelve a empujarme.
Mis mejillas se calientan dándome a penas una pequeña dosis de calor debido a la rabia incontenible, las lágrimas saladas se mezclan con el exceso de agua que recorre el óvalo de mi rostro. Esto no estaría sucediendo si alguien no me hubiese perseguido como un jodido acosador.
«Problemas. Él. Significa. Problemas».
—¿Señorita? —inquiere alguien en un tono de voz hostil. Demasiado hostil.
Parpadeo varias veces antes de levantar la mirada con lentitud. Lo primero que me golpea es el sol que no calienta absolutamente nada, y después, está la presencia de un guardia albino que admito me deja impresionada por el color de su cabello. Él me escruta con cara de pocos amigos acuclillándose frente a mí.
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¡Mírame y Di Queso!
RomancePeyton Harvey podría definirse a sí misma como una chica sin término existente. Sí, como lo leíste. La verdad es que no existe una palabra exacta que determine a la perfección lo que ella puede ser física, personal y académicamente. Sobretodo en e...