Antagonista [JinSu/JimSu]

capítulo 10

Un Starbucks, una banqueta y mil pensamientos surcando por mi mente. Había averiguado algo; la razón por la cual ese estúpido de Jimin se había reído de mis amenazas; él era un estudiante de intercambio. Aún no sabía si aquello tenía más pros que contras.

Pero el que fuera un estudiante de intercambio traía consigo un pro y un contra. El pro era: en cualquier momento, no estaba seguro si tal vez en meses o quizá un poco más, pero él se iría. Si era un estudiante de intercambio él no podría quedarse aquí más allá de este siglo escolar y eso era una gran ventaja para mí.

Por otro lado había un contra y, es que él, seguramente me estaría jodiendo la vida mientras estuviera aquí y no habría amenazas que lo atormentarán. Jimin era como una piedra en el zapato, una muy molesta, que tendría que ver la forma de sacar.

Mientras aún me encontraba entre pesadumbres en mi amargo domingo, decidí que debía olvidar el tema por un momento, o por el resto del día si me era posible.

Alce la vista y mire a un omega paseando a su perro. Era lindo, pero no era él, daba igual, tampoco es como si planear usarlo para su remplazo.

Me acerque a él. Los omegas siempre se deslumbran al ver mi rostro, si les pidiera que se abrieran de piernas allí mismo seguramente lo harían. Tan predecibles. Tan poca cosa si los comparaba con Yoongi. Tal vez había omegas más lindos pero Yoongi tenía un no sé qué. Para mí solo era él.

Mientras hablaba con él y le decía que me parecía hermoso, pero muy tonto (aunque omití lo segundo) lo vi a lo lejos con Jimin.

Ese idiota tomaba su mano y él no hacía nada para alejar su toque.

Yoongi, confieso que me dañaste en ese instante, aunque juraría que yo tambien dañe a esa parte muy recóndita en el fondo de tí que aún sentía algo por mí, cuan volteaste y me visite con el Omega que justo en ese momento, se le dió por tocar mi cabello.

Así como volteaste sin querer, de la misma forma regresaste la mirada al frente y trataste de fingir, como siempre, que nada pasaba.

Apreté la mano que sostenía el vaso desechable de café y, sin pretenderlo, lo agriete, el omega estaba tan cerca de mí que sin querer lo moje con un poco de café qué, aunque ya apenas y estaba tibio, él no paraba de chillar y decir que lo queme.

Lo deje allí mientras me maldecia. Quise seguirte, así que camine de prisa para alcanzarlos aún sin saber lo que haría después, tire el Starbucks al pavimento en el transcurso, pero por más rápido que apreté mis pasos te perdí entre el mar de gente que se paseaba por allí.

No me quedo de otra que regresar a mi casa. En definitiva; el domingo más amargo de mi jodida vida.