20. ¿Soy lo que te imaginaste?

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—Anda entra — la chica hizo una seña con su cabeza esperando que su hijo la obedeciera.

El viaje hasta el departamento fue bastante incómodo debido a las miradas que le daba su madre por el retrovisor, no sabía como comportarse mucho menos de que podía hablar con ella y tampoco lo quería. Sylvie dejo que se retirara los zapatos y avanzara hasta la sala con la mirada perdida, como si estuviera examinando cada detalle de su departamento.

—Bienvenido — imito los pasos de su hijo y se sentó sobre el sofá sin tener ningún tipo de atención con el menor.

Adem se sentó en el sofá junto a ella sin separarse de su mochila, se retiró el abrigo al igual que la gorra dejándolos en el mismo lugar y frunció su ceño levemente evitando mirar a su madre.

—Te ofrecería algo de beber, pero no tengo nada, lo lamentó — con un tono de sarcasmo se dirigió a su hijo acompañado de una sonrisa arrogante.

—¿De verdad vives aquí?

La voz del menor salió con un poco de incredulidad mientras su mirada se posaba en el piso lleno de envolturas de comida rápida, botellas de agua y gaseosa sin contar con las botellas de vidrio con la etiqueta de licor sobre ella. La ropa estaba por todo lado, hojas de periódico estaban sobre el sofá verde que tenía al frente, los cojines estaban en desorden y un plato roto estaba en la esquina cerca de la ventana. Ese lugar no era su casa.

—Así es, ¿Te gusta? Lindo ¿verdad? — regreso la mirada con una gran sonrisa en sus labios.

—No me gusta — respondió negando con la cabeza — Está desordenado y está sucio.

Hizo una mueca con desagrado y la miro, con sus labios un poco entreabiertos, mostrando sorpresa por lo que había escuchado.

—Bueno, tendrás que acostumbrarte.

La tarde pasaba y ninguno de los dos mostraba interés en comenzar una conversación, en algún momento Adem tomo una de las bolsas que estaban cerca de la mesa pequeña y comenzó a recoger la basura que estaba despilfarrada por toda la sala, pero lo único que recibió fue un grito de parte de su madre diciendo que no lo hiciera, se molestó al escucharla, así que tiro la bolsa y volvió a sentarse en el sofá evitando hablar nuevamente con ella.

El timbre de la casa sonó, lo cual alarmo un poco al menor, pues era suficiente soportar aquella incómoda situación junto a su madre y no quería tener que compartir junto a otra persona que no conocía.

—Ahí está el sándwich — tiro la bolsa sobre la mesa que separaba a los dos sofás — Cómetelo.

Adem mantuvo su mirada al piso ignorando las palabras de su madre.

—¿Qué pasa no tienes hambre? — volvió a preguntar, siendo ignorada nuevamente.

El menor no quería responder, si ninguno de los dos hablaba seguramente no habría lágrimas corriendo por sus ojos y mucho menos sentimientos que lastimarían su pequeño corazón.

—¡Adem! — espetó la chica recibiendo una mirada fría — ¿No quieres hablar conmigo?

Nuevamente, no obtuvo respuesta, esa situación no solo estaba siendo difícil para el niño, también lo era para ella, durante toda su vida nunca había tenido tiempo junto a un niño, ni siquiera tenía sobrinos con quienes jugar y hacer las cosas que se suponía eran normales en una familia, paso toda su vida en un orfanato hasta que su madre la recupero cuando tenía 17 años. No sabía como debía comportarse, pero tampoco era una justificación para sus actos.

—Adem — giro los ojos con desesperación — Escucha a mí tampoco me gusta esta situación, hago lo que puedo, así que come algo y luego ve a dormir ¡Anda!

Noche de luna llena│BrightWinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora