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Toc, toc.

—señor Jeon... ¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo?

— ¡Estoy bien Rosé! ¿Qué pasa?

— su cita de las 15:00, el señor Lee llegó antes, ¿lo hago esperar o le digo que pase a la sala de juntas ahora?

— Hacelo pasar y pedile a Yugyeom que lo entretenga hasta que yo vaya... Necesito unos minutos por favor.

— está bien señor.

La chica salió de la oficina todavía un poco preocupada por el estado de su jefe.

Jungkook permaneció encerrado en el baño por al menos diez minutos más y luego pudo volver a acomodar su ropa, ajustar su corbata y refrescar su rostro con un poco de agua.

Había necesitado huir y refugiarse allí dentro. Se sentía abrumado e incómodo en donde sea que se encontrara.

Su mente no dejaba de pensar constantemente.

En su casa la convivencia con Sana no iba para nada bien, casi no cruzaban palabras y con Jimin era incluso peor.

El pelinegro lo evitaba magistralmente, cumplía con sus tareas en la empresa y no había faltado ni un solo día, lo sabía porque preguntaba por él a diario y su secretaria siempre le confirmaba que el señor Park estaba en la oficina, pero de alguna manera conseguía moverse por allí sin ser visto y sin cruzarse con él. Hacía varios días ya que no tenía el placer de poder ver sus hermosos ojos, ni deleitarse con el aroma de su perfume.

Podría pasar por su oficina con cualquier excusa pero quería respetar la distancia que Jimin estaba poniendo entre ellos. Le había pedido tiempo para acomodar su mente, así que aunque fuese una tortura estar así, debía hacerlo y esperar lo mejor.

Jungkook no encontraba alivio ni siquiera en sus sueños ya que en ellos revivía una y otra vez la mirada decepcionada y llena de dolor que Jimin le había dado la noche en que la noticia del bebé se había sabido.

Despertaba con el rostro bañado en sus propias lágrimas y con el pecho estrujado.

¿Lo había perdido para siempre?

Probablemente si, era lo que más lo atormentaba, eso y saber que lo vería en tan solo unos minutos más ya que el pelinegro debía estar presente en la reunión para presentar parte del proyecto que le ofrecían al tal Lee.

Después de casi una semana sin saber nada de él, sin recibir una respuesta a todos sus mensajes, después de haberle entregado las llaves de la casa y llevarse todos sus sueños y esperanzas en cajas y bolsas de consorcio negras.

Se miró una última vez al espejo, se veía demacrado, los ojos algo hinchados por haber estado llorando sentado allí en el piso del baño, no había manera de ocultar la verdad que le devolvía su reflejo.

Un hombre arrepentido y lleno de culpa, un futuro padre que no sentía ni el más mínimo estusiasmo por la llegada de aquel imprevisto bebé, un corazón enamorado conciente de que había perdido su otra mitad para siempre...

No podía cancelar la cita, era un negocio crucial así que respiró profundo y se dirigió a la sala de juntas. Diría que estaba engripado si alguien cuestionaba su aspecto visiblemente desmejorado.

(...)

Saludó al señor Lee con un firme apretón de manos, luego hizo una leve reverencia a su amigo y cuando su mirada encontró la de Jimin del otro lado de la sala su corazón dolió aún más fuerte.

El pelinegro lucía impecablemente elegante, con su cabello peinado hacia atrás  dejando ver su rostro en su totalidad, con su camisa blanca de la suerte y un par de pantalones negros que se ceñían a las curvas perfectas de su cuerpo.

Too Much ✨ Completa ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora