Capítulo 12

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Lo pidió con un tono calmo pero estricto. Severo y tenue, de una forma tan sensual que Chelsea no pudo evitar apretar las piernas y obedecer de inmediato, mucho menos pudo apartar la vista de los grises ojos del imponente juez.

Se dijo que quizás esa era una de las cosas que el juez tenía para garantizar su éxito. Jack emanaba seguridad y confianza en sí mismo; cada palabra que decía era emitida en el tono preciso, como una melodía perfectamente ensayada y que no daba pie de ninguna manera a objetar.

Algo en él hacía que Chelsea se sintiera completamente a su merced y también culpable de estarlo. Jack era como el opio, adictivo y a su vez peligroso, tanto que ella temía enrollarse en sus manos, pero se sentía incapaz de resistirse

En su corazón sentía amor por Curtis, pero se mentiría a sí misma sino aceptara que Jack era como la manzana que ofrecieron a Eva, la tentación misma en un masculino cuerpo. Quería negarse, pero sentía un deseo irrefrenable que apenas podía comprender.

Sabía que no era amor lo que sentía por el juez, pero también era consciente de que el deseo a veces era mucho más peligroso que el sentimiento mismo del amor y Jack era la muestra de eso, ella no sabía cómo sosegar cada uno de sus sentidos cuando él estaba cerca, ni como negarse cuando él decía algo dirigiéndose a ella.

Su olfato se invadía de su aroma, su vista no podía percibir nada más que los ojos del juez cuando estaba cerca de él, sus oídos eran incapaces de captar ningún otro sonido que no fuera el ronco y autoritario tono de su voz; su boca, el sentido del gusto, se veía imposibilitado para sentir nada más que el sabor del hombre, y el tacto; ni hablar de ellos, sus manos no reconocían nada que no fuera la fibrosa piel de Jack.

Chelsea llevaba tiempo deseando que sus sentidos se concentraran en el sexo con Curtis tanto como lo hacían con él. Nunca lo logró, por mucho que se esforzó, y aun así lo amaba, estaba segura, por esto estaba a su lado, pero eso no cambiaba el hecho de que deseaba el cuerpo de Jack más de lo que podía soportar.

Por un momento, pensó que sus pensamientos eran ridículos de verdad. No podía explicar cómo se podía amar a alguien, pero desear con todas las fibras del cuerpo a otro. Sin embargo, ella lo vivía y solo aquel que había pasado por lo mismo, podría entenderla.

Jamás dejaría a Curtis, lo amaba de verdad y aunque quería que Jack fuera eso, un instante y ya; aun así, le resultaba imposible de apartarlo de su mente cuando estaban en el mismo sitio.

Jack sabía embrujar mujeres con su porte, su seguridad y su contacto físico, quizás lo hacía tan bien que lo sabía y por eso mismo no dudaba un segundo en usarlo en su beneficio.

—Quiero que te quites cada prenda de ropa mientras me miras en el reflejo —susurró la voz de Jack, sacándola de sus pensamientos y haciendo que levantara la vista hacia él—. Que lo hagas lento, sin prisas; quiero verte detenidamente mientras lo haces.

La fiscal no dijo una palabra, pero se sintió sumamente deseada cuando los grises ojos del juez se posaron sobre ella, en espera de que siguiera sus órdenes.

Se dio la vuelta quedando de frente a la ventana y comenzó llevando sus manos debajo de su vestido. Se quitó las bragas con lentitud, viendo desde su lugar la expresión de Jack en el reflejo del ventanal. Desde ahí pudo ver cuando se sacó la camisa, desabrochando primero las mancuernillas sin apartar la vista de ella y posteriormente deshaciendo cada botón hasta sacarse la prenda, dejando al descubierto su musculoso torso.

Bajó la vista y la fijó en las bragas que acababa de quitarse. Observó la mancha en sus pantis y las tiró al piso. Al mismo tiempo escuchó el sonido del pantalón de Jack cayendo al suelo, golpeando en un sonido seco cuando el cinturón chocó con el fino porcelano; vio desde su lugar cómo el hombre lanzaba los zapatos a un lado, se quitaba los calcetines y dejaba su reloj sobre el mueble, junto con sus mancuernillas. Todo perfectamente alineado.

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