Capítulo 38

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Jack suspiró mientras Pipper esperaba tranquila a que el juez del juzgado familiar terminara de leer el acuerdo de guarda y custodia que Chelsea pidió para él y también para que dictaminara sus derechos paternales y sus obligaciones parentales.

Por fin podía nombrar a su hija bajo su apellido y, aunque Chelsea no parecía tan contenta con el asunto, sí que estaba, al menos, cooperativa.

—Es la primera vez que lo veo tan callado en un acuerdo legal, abogado —dijo Pipper y él dejó la lectura de su propio documento solo para observarla. Sonrió—. Realmente estoy sorprendida, pero me alegro de que haya cedido a nuestras reglas.

—Te recomiendo que aprendas a callar cuando debes hacerlo, no sea que yo encuentre un vacío legal que eche abajo tu... flamante acuerdo. —Volvió a sonreírle con malicia—. Respondiendo a tu malintencionada curiosidad, le dije a Chelsea que acataría sus indicaciones, es justo lo que estoy haciendo, pero olvidé decirte algo importante —esta vez fijó la vista en la fiscal Randall para dirigirse a ella—. Deberías cuidar a tu abogada, Chelsea. Es una lagartija intentando comerse a un tiranosaurio, puede ser peligroso.

—Firme ya, tengo que irme —recriminó Pipper con un deje de superioridad que le causó risa y el juez a cargo la observó con atención mientras Jack solo esperaba como buen zorro viejo, inclusive cuando Chelsea tuvo que abandonar la sala luego de que su teléfono sonara por una llamada de trabajo—. Aquí, justo aquí —señaló la línea, moviendo las hojas hasta el final. Firma ya, FitzGibbons o vamos a tener problemas. Si no ratificas, no verás a tu hija.

Le colocó la costosa pluma en las manos y Jack estampó su rúbrica, saltándose las últimas hojas antes de entregárselo.

De inmediato, dieron por concluida la reunión luego de que Chelsea volviera y firmara sin problemas.

Los tres abandonaron la sala de juntas del juzgado. Fue entonces cuando la fiscal notó el semblante victorioso que tenía Jack y no le gustó, así que tomó el acuerdo para darle una última revisión.

—Está todo bien —dijo Pipper, intentando calmarla y frunció el ceño antes de mirar a Jack, quien se acercó, extendiendo la mano hacia Chelsea como señal de despedida. Luego miró a la abogada y se despidió también, acercándose a ella para susurrar algo:

—Acabas de cometer el peor error de un abogado —dijo con una sonrisa victoriosa mientras Pipper fruncía el ceño sin entender.

—¿De qué habla? —inquirió la contrariada mujer.

—De que yo jamás pierdo un acuerdo —contestó el juez y se dio la vuelta para irse por el pasillo; sin embargo, se detuvo tratando de darle un poco de tranquilidad—. No importa, no te preocupes, no usaré tu error a mi favor, a menos claro que esto coja otro rumbo. Si eso ocurriera, no te lo tomes personal, solo... míralo como una enseñanza para no volver a ser estúpida con otro abogado.

—Jack —habló Chelsea y se giró a verle mientras él hacía lo mismo—. Prometiste que no habría trampas. Dijiste que era por Chloe. ¿De qué se trata todo este juego que tienes justo ahora?

—Y lo voy a cumplir —replicó FitzGibbons con seguridad, aunque su sonrisa parecía estar divirtiéndose a costa de ambas—. Mientras cumplas tu parte, yo haré la mía, pero dile a tu abogada que no me agrada la gente que me mira como si pudiera ganarme. Soy narcisista, también me gusta la atención y no sea que su sonrisa estúpida, se vea borrada de tajo. Quiero llevar esto en paz, Chelsea, pero tu abogada ha pasado las últimas semanas tocándome los cojones y empiezo a perder la paciencia. Justo ahora cometió un error que podría costarte la custodia, aunque si no puede ver qué fue lo que hizo mal, si tú no puedes verlo, entonces ambas vuelvan a la facultad y repasen sus apuntes.

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