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Leed la nota del final, por favor.

𝐇𝐚𝐧𝐧𝐚𝐡

Estuve toda la noche en el hospital, tuvieron que hacerme varias pruebas para verificar que la jeringuilla no me hubiera transmitido ninguna enfermedad. Afortunadamente no lo hizo.

También revisaron mi cabeza, tenía una contusión cerebral leve. Había vomitado unas cuantas veces y me encontraba como la mierda.

—Puedes irte a casa—le dije a Robby—. Me tendrán aquí lo que queda de noche, además mi padre vendrá enseguida.

—Puedo quedarme un poco más, no me importa—dijo.

—Robby—suspiré—. Vete—vi como fruncía el ceño por lo que me di cuenta de que había sonado algo borde—. Debes descansar.

—Me da igual—insistió.

Se acercó hasta sentarse en la silla que había al lado de la camilla.
Acarició el lado de mi cara que no estaba dañado para después dejar un beso en mi frente.

—Te amo, Hannah—dijo.

Yo lo abracé como pude aunque me doliera cada movimiento que hiciera.

—¿Por qué no me dijiste nada?—preguntó en el abrazo.

Mis ojos se aguaron, no se merecía que se lo hubiera ocultado.

—No quería que te meterías en problemas—respondí—. Y también quería demostrar que no era débil—murmuré.

—Nadie te ha pedido eso—dijo—. Todos sabemos que eres muy fuerte, física y mentalmente.

Negué con mi cabeza todavía apoyada sobre su hombro mientras que algunas lágrimas se escapaban de mis ojos.

—Eso es lo que quiero aparentar—dije—. Pero soy una puta cobarde. No pude hacer nada.

Lágrimas bajaban por mis mejillas sin cesar.

Él se separó del abrazo y tomó mis mejillas.

—No digas eso nunca más—dijo mirándome a los ojos—. Nadie podría hacer nada en esa situación: te drogó y sin contar el trauma que tienes por su culpa. Yo no hubiera tenido por donde empezar.

—Me drogó porque bajé la guardia—dije—. Soy una ilusa.

—Oye. Deja ya de menospreciarte por eso, ¿vale?

—Es muy fácil decirlo, pero nunca lo entenderías—dije.

—Entiendo que te sientas mal, pero no tienes la culpa de lo que él te ha hecho—respondió.

—No habría pasado si yo no lo hubiera cal...—empecé a decir.

—Eras una niña—interrumpió—. Es normal cometer errores.

Iba a contestar, pero sentí como mi estómago se revolvía de nuevo.

—Dame la bolsa—pedí.

Él me la pasó rápidamente y eché todo lo que posiblemente me quedaba en el cuerpo.

—¿Estás bien?—preguntó acariciando mi pelo.

Negué con la cabeza.

No estaba bien ni física ni mentalmente.

—Tranquila. ¿Vale, mi amor? Estoy contigo—dijo mientras pasaba un brazo por mis hombros abrazándome.

[...]

Estaba tumbada en mi cama.

Ya habían pasado unos días desde aquella noche.
No había salido de casa y los únicos mensajes que respondía eran los de Eli.
No tenía ganas de hablar con nadie más. Ni siquiera con Robby.

𝐒𝐭𝐞𝐫𝐞𝐨 𝐋𝐨𝐯𝐞 || 𝐑𝐨𝐛𝐛𝐲 𝐊𝐞𝐞𝐧𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora