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𝐇𝐚𝐧𝐧𝐚𝐡

Tomé una de las pastillas que tenía para la ansiedad antes de bajar a la cocina a por un poco de agua y así poder tomármela.

Una vez ya me la había tomado, fui a la sala donde mi padre se arreglaba la camisa.

—Me voy a trabajar—informó—. ¿Vas a hacer algo hoy?

—Voy a ir a casa de mamá a entrenar en su gimnasio un rato y después iré a entrenar más con Robby—respondí.

—Vaya, cuánto entrene—dijo—. Bueno, ya sabes, llámame si lo necesitas.

Asentí mientras que él besaba mi frente.

》Te quiero mucho.

—Y yo a ti, papá—le dije con una sonrisa.

Él me devolvió la sonrisa antes de salir por la puerta.

Miré la hora en mi móvil y decidí que iba a subir de nuevo para preparar mi bolsa con algunas cosas para entrenar.

Ya en mi habitación, saqué la bolsa y metí lo necesario.
Me di cuenta de que no tenía mis vendas para las manos.

Fruncí el ceño pensando qué hacer.

Podría pedirle a Robby que me llevara, pero antes, decidí buscar en los cajones de mi escritorio pues, posiblemente, hubiese.

Abrí todos los cajones hasta llegar al último donde no encontré vendas, pero sí encontré una bolsita. Una bolsita que sabía perfectamente lo que contenía.

La tomé y la abrí para verificar lo que era y, efectivamente, era marihuana.

Debía dejarla de nuevo, pero no lo hice.

Por uno para relajarme no pasaría nada, ¿no?

Saqué el papel para cigarrillos que había en ese mismo cajón y después puse la hierba dentro de uno de estos.

Lo cerré y busqué un mechero, este también se encontraba en ese cajón.

Coloqué el cigarrillo entre mis labios y lo encendí.

[...]

Mentí con lo de un solo cigarrillo, habían sido más. Estaba relajada, demasiado. Tanto que sentía que me dormía, probablemente por la mezcla de la hierba con la pastilla que me había tomado antes de eso.

Cerré los ojos y, cuando los volví a abrir, no estaba en mi casa, no sabía donde estaba. Era una habitación toda negra.

Vi una silueta acercarse, pero no podía descifrar quién era.

—¿Hola?—cuestioné.

—Hola, mi niña—respondió.

Me quedé congelada al ver a mi abuela. Mis ojos se llenaron de lágrimas antes de acercarme a abrazarla.

Me sentí tan bien en sus brazos, tan feliz.

Tan solo la quería de vuelta conmigo.

—Abu—dije—. Te he echado de menos.

—Y yo a ti, pequeña.

Me quedé sin aire al escuchar eso, más bien, esa voz.

Traté de separarme pero me era imposible, sus brazos me rodeaban con fuerza.

—¡Suéltame!—grité.

𝐒𝐭𝐞𝐫𝐞𝐨 𝐋𝐨𝐯𝐞 || 𝐑𝐨𝐛𝐛𝐲 𝐊𝐞𝐞𝐧𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora