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Ellery Guzmán y Marco Castro

IV/VI


Jasmine, no me digas mentiras, quiero la verdad y sólo la verdad —habló sin rodeos, su hermano— ¿Dónde está ese par de pendejos?, Porque ya eche varios telefonazos y me informaron que no estaban contigo —agregó con irritación.

—Ya no tienen diez años, Iván, ellos deciden y saben que hacer.

Ya sabes lo que pasará, si no me lo dices, Ellery —sentenció con enojo.

—Ya no tengo diecisiete años, no tengo porqué obedecer tus órdenes o temer por tus palabras.

No me estés retando.

—Tú te lo estás tomando a reto, yo sólo te estoy comentando las cosas.

Pues a mi suena a que quieres regresar a Europa.

—¿Es una amenaza?

Tú te lo estás tomando como amenaza, yo sólo digo lo que veo desde mi perspectiva.

—Buena jugada, Ivancito —se burló.

Hagamos esto de la mejor forma; dialogando, no hay que llegar a más —comentó con irritación.

29 de Junio del 2007

La brisa de verano golpeaba la llanura y las copas de los árboles de aquel rancho en Badiraguato, que se encontraba custodiado por decenas de hombres armados. En la propiedad había una enorme casa rústica de dos plantas, que estaba siendo habitada por ocho personas, pero en ese momento sólo habían cuatro.

Una niña y tres hombres se encontraban desayunando en el comedor de la casa, cuando un hombre armado entró.

—Señor —llamó la atención de los cuatro, quitándose la cachucha y lo miraron.

—¿Dígame?

—Disculpe que los interrumpa, pero, uno de los corrales de las vacas está vacío —informó.

El hombre de cincuenta años asintió después de unos segundos y miró frente a él, donde se encontraba sentada aquella niña de mirada inocente.

Ta'bueno, sólo te voy a pedir dos cosas.

—Lo que quiera, patrón.

—Cuando vayan a entrar a la casa y que Ellery esté aquí, no entren con armas, y segundo; que en veinte minutos alisten tres caballos, por favor.

—No se volverá a repetir, y ahorita se los alistamos.

—Eso espero y dígale eso mismo a los otros hombres.

—Sí, con permiso.

—Propio.

Édgar e Iván se compartieron una mirada y después dirigieron su vista a su hermana pequeña, que veía con asco las verduras que estaban servidas en su plato.

—¿Sabes? —llamó su atención el mayor de sus hermanos— A los caballos les gustan las verduras, se las comen todas —comentó agarrando su tenedor.

—Pues yo no los he visto.

—Pues yo sí y también te puedo asegurar que están deliciosos.

—¿Cómo esa cosa verde puede estar deliciosa? —cuestionó moviendo una ramita de brócoli.

—¿La has probado? —preguntó y ella negó— Bueno, ahora mismo lo harás —informó llevando la ramita a la boca de Ellery.

Qᴜɪᴇʀᴏ ᴜɴ ғᴜᴛᴜʀᴏ ᴊᴜɴᴛᴏs... 𝑀𝑇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora