Capítulo 43 - No Voy a Parar

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"Buenas noches, señorita Riddle", Umbridge estaba sentada en su escritorio como la última vez. Tenía la sonrisa de siempre en su rostro, una sonrisa que sabía era falsa, ocultando su alma malvada.

"Buenas noches profesora Umbridge", no le devolví la sonrisa pero fui muy educada, pensando que era la única forma de no salir muerta del despacho.

"Por favor, siéntate", miró hacia una silla cercana al escritorio. Hoy no tenía mi propio escritorio, así que imaginé que no escribiría líneas. Aunque me sentía un poco relajada, tenía curiosidad por ver qué quería hacerme hacer. "¿Quieres una taza de té, querida?"

"No, gracias", forcé una pequeña sonrisa que no duró más que una fracción de segundo.

"Insisto..." dijo llenando la taza de té rosa. Habría insistido en que no quería, pero ya estaba llenando la taza.

"Oh, bueno. Tendré que beberlo", exhalé.

"¿Azúcar y leche?"

"No, gracias", dije un momento antes de que me diera la taza.

"Aquí tienes, querida. Bebe", la tomé, la olí discretamente, traté de encontrar algo malo en ella. 

Estaba segura de que nunca insistiría en algo, si no había algo para ella. No bebí ni una sola gota y sólo apreté la porcelana en mis labios.

"Ahora, como no pretendo alejarte de tus estudios más de lo necesario, voy a ser muy clara. Quiero algunas respuestas. El Ministerio necesita algunas respuestas. Y tú me vas a dar esas respuestas".

"No sé en qué podría serte útil", me limité a decir.

"Ya veremos", dijo ella y me soltó una pequeña carcajada.

"¿Quién más lo sabe?" pregunté antes de que pudiera terminar.

"Yo hago las preguntas aquí, no usted señorita Riddle. Pero ya que ha preguntado, sólo unos pocos saben la verdad, del Ministerio sobre todo. Incluyendo al propio Ministro, por supuesto".

"¿Y cómo se enteró?"

"El Ministerio lo sabe todo, señorita Riddle. Lo supimos desde el primer momento en que usted nació. ¿Podría suponer que no sabíamos algo tan importante? Hubo un gran escándalo hace algunos años. Después de la muerte de su padre, muchos seguían pensando que había algo que podía arruinar el silencio de la paz. Y tenían razón. Usted es la única que puede continuar el trabajo de su padre. Por supuesto, nos las arreglamos para hacer creer a los magos que su padre ya la había matado -hizo una pausa durante la cual me miró profundamente a los ojos.- Había pocas cosas que podía hacer durante ese tiempo. Sabía que cada mirada, cada movimiento contaría, sería notado y analizado. "¿Usted es una mortífago?"

"No lo soy", respondí con sinceridad.

"¿Continuará o no con el trabajo de su padre?", volvió a preguntar con el rostro frío y tranquilo.

"No lo haré", respondí de inmediato.

"Bien", sonrió.

"¿Me cree?"

"De hecho, sí", respondió con naturalidad.

"¿Cree que no he sospechado que ha puesto suero de la verdad en el té?" pregunté.

"Eres inteligente. Por algo estás en Ravenclaw".

"Esto es ilegal".

"No, en realidad no lo es. Le pedí al Ministro un permiso especial. Su asunto sobrepasa las leyes. Estamos hablando de la hija del Señor Tenebroso. ¿Cree que la dejaremos pasear por los pasillos sin ninguna protección?" levantó las cejas.

Nunca•La Hija Perdida | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora