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Ivan

—Estás muy tranquilo esta mañana, incluso para ti. —Los dedos de Sofía derivan por mi espalda, terminando su viaje en mi desnudo culo―. ¿Pensamientos profundos sobre el Frozen Four?

—Sí. —Y no es exactamente una mentira. Puedo garantizar que el viaje del viernes a

Boston, se encuentra en la vanguardia de las mentes de dos docenas de otros jugadores esta mañana. Y alrededor de un trillón de aficionados.

Tengo más que el ganar en mi mente, sin embargo. Ahora que en realidad estábamos dirigiéndonos por el campeonato, ya era hora de ponerse de acuerdo con la idea de que podríamos enfrentarnos a Northern Mass. ¿Y quién es el jugador estrella de su equipo? Nada menos que Rodrigo Carrera, mi ex-mejor amigo.

—¿Qué pasa, cariño? —Sofía se acomoda sobre un codo para estudiarme. No suele quedarse, pero el maratón de sexo de la noche anterior había durado hasta las cuatro de la mañana, y me hubiera sentido como un cabrón empujándola en un taxi tan tarde.

No estoy seguro de cómo me siento, sin embargo, viéndola hecha un ovillo en la cama junto a mí. Dejando a un lado el espectacular sexo de la mañana, su presencia me incomoda.

Nunca he mentido a Sofía acerca de lo que esto es y lo que no lo es. Pero he tenido bastante experiencia con las chicas para saber que cuando están de acuerdo en un arreglo de amigos con beneficios, una parte de ellas espera que uno de esos beneficios, de alguna manera, desembarque en la oferta de un novio.

—¿Ivan? —solicita.

Empujo a un lado un conjunto de pensamientos inquietantes y los sustituyo por otros.

—¿Alguna vez has sido despedida por un amigo? —Me oigo preguntar.

—¿Qué? ¿Cómo... alguien para el que trabajaste? —Ella tiene sus ojos azules amplios, los cuales siempre me toman en serio.

Niego.

—No. El máximo goleador en el Northern Mass era mi mejor amigo en la escuela secundaria. Y en la primaria, también. ¿Sabes el campo de hockey donde trabajé en el verano?

—¿Los élites? —Ella asiente.

—Sí, buena memoria. Antes de ser un entrenador allí, era un campista. Igual que Rodrigo. Estaba loco. —Me río de mí mismo simplemente imaginando su cara desaliñada—. El tipo haría cualquier cosa. Hay una rampa tobogán en el centro de la ciudad en el invierno puedes patinar hacia abajo sobre el lago congelado. Pero en el verano está cerrado, con una cerca de doce pies alrededor. Dijo como, "Amigo, después de apagar las luces subimos esa cosa".

Sofía masajea mi pecho con una de sus manos suaves.

—¿Lo hiciste?

—Obvio. Estaba seguro de que íbamos a ser arrestados y expulsados del campamento. Pero nadie nos llamó. Rodrigo era el único lo suficientemente inteligente como para llevar una toalla sobre la que deslizarse, sin embargo. Así que tenía quemaduras en el dorso de mis muslos por deslizarme sobre esa mierda.

Sofía sonríe.

—Y todavía me pregunto cuántos turistas tuvieron que eliminar las fotos que tomaron de Lago Mirror. Cuando Rodrigo veía un turista que se alineaba para una foto, él siempre se bajaba los pantalones.

Su sonrisa se convierte en una risita.

—Suena divertido.

—Lo era. Y entonces no lo era.

—¿Qué pasó?

Doblo mis manos detrás de mi cabeza, tratando de parecer informal a pesar de la ola de malestar deslizándose por mi espina dorsal.

him; rodrivanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora