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Rodrigo

Cuarenta minutos después tengo la polla de Iván en mi boca y estoy acariciándole la próstata como un campeón. Está retorciéndose y suplicando:

—Dame más —gimotea—. Dame la P. Sabes que lo quieres.

Lo suelto con un pop y prácticamente me trago la lengua. El modo casual con el que me pide que lo folle simplemente me aturde.

—No sé —tartamudeo.

Abre un ojo apasionado y me mira.

—Cristo. A veces se siente como si tuvieses todo el brazo ahí, de todos modos. ¿Cuál es la diferencia?

Porque simplemente la hay.

No se me entienda mal, quiero entrar en ese excelente trasero más de lo que quiero mi siguiente respiro. Pero también estoy asustado. No es una sensación familiar. Nunca me solía preocupar las consecuencias de mis actos. Pero si hacemos esto, no quiero simplemente follar a Iván. Significará algo para mí. Y la cuestión es, que para él no lo hará.

Para él, solo será otra pequeño experiencia que se puede llevar consigo antes de marcharse y casarse con alguna chica.

Ahora me está mirando, esperando a que me decida. Y mientras espera se está masturbando y mirándome a los ojos.

Santo Dios, voy a hacerlo.

Voy a follar con el hombre que siempre he amado.

Apenas puedo respirar mientras busco el lubricante. Entonces me doy cuenta que necesito un condón, así que salgo de la cama en busca de mi bolsa de lona. Metí en ella una caja entera de condones, aunque no sé por qué. Cuando tomé el trabajo en el campamento, fue con el único propósito de pasar tiempo con Iván, no ir a algún tipo de juerga sexual con los gays locales.

Nunca pensé que abriría esta caja. Con Iván. Para Iván.

—¿Estás seguro? —pregunto densamente.

Asiente. Sus ojos marrones están ardiendo con hambre. Brillan con confianza.

Memorizo esa expresión, el modo que luce tumbado ahí a mi merced, grande, duro y meciéndose con poder masculino.

Me tomo mi tiempo con él, más generoso que de costumbre con el lubricante. Joder, no quiero hacerle daño y, absolutamente, no quiero que odie esto. No puedo evitar recordar mi primera vez, lo barato que me hizo sentir, siendo usado por un tipo que le importó una mierda si yo lo disfrutaba o no.

Quiero que esto sea muy bueno para Iván.

—Un dedo no será suficiente esta vez. —Mi voz es tan ronca que me pica la garganta—. Necesitará estar más usado antes de que yo... uh...

Él suena tan ronco como yo.

—¿Te detendrás si no me gusta?

Mi corazón se aprieta.

—Por supuesto. —Me inclino sobre él y le doy un beso tranquilizador en los labios, luego le guiño un ojo—. Simplemente di escroto si quieres que pare.

Una ola de risa lo atraviesa.

—Oh mierda. Olvidé eso completamente.

También me rio mientras pienso en la palabra clave tan ridícula que nos inventamos cuando teníamos catorce años. No estoy seguro de quién la inventó, ¿a quién estoy engañando? Obviamente fui yo, pero la usamos durante nuestra fase de lucha libre.

Decidimos que el MMA era la mierda más asombrosa de todas y pasamos horas en el gimnasio practicando nuestros "movimientos". Excepto que la mitad del tiempo cuando uno estaba agotado el otro no lo notaba, así que inventamos una palabra segura.

him; rodrivanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora