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Rodrigo

Maldita sea. Soy un tipo fuerte. Soy un tipo duro. Pero no fui hecho para soportar la visión de Iván Buhajeruk acariciándose así mismo.

El fragmento de la luz de la luna brillando a través de la brecha en las cortinas lo muestra reclinado sobre su espalda, su rodilla doblada ampliamente. Su cuerpo es perfecto, fuerte y esbelto recostado en la cama. Su palma esta acunada sobre su pene, las puntas de sus dedos sólo rozando la cabeza. Toma aire profundamente y luego lo deja salir lentamente, su espalda arqueándose un poco, sus caderas rotando un par de grados.

Y estoy sufriendo una muerte tranquila. Mi boca de hecho se vuelve agua, y tengo que tragar con fuerza. Está justo ahí. A dos pasos podría tenerlo en mi boca. Es como si Iván Buhajeruk mirara en mi mente sucia y extrajera mis fantasías. Bueno, al menos la parte de la apertura, de todos modos.

No gira su cabeza para mirarme, porque no tiene que hacerlo. Ambos sabemos dónde está mi atención. Aprieta su eje una vez. Dos veces. Luego abre su mano, dejando que sus dedos caigan. Acuna sus testículos, su piel rozando la delicada piel.

Escucho un caliente jadeo, y me doy cuenta de que viene de mí.

¿Luego? El maldito sonríe.

Eso me despierta, al menos un poco.

—¿Qué demonios estás haciendo?

—De verdad necesito masturbarme. ¿Te importa?

¡Santa...! Maldigo el estúpido día que le dije esas mismas palabras a él. Tenía dieciocho, y pensé que era tan tranquilo. Pero sólo estaba poniendo en movimiento un verdadero dolor para todos. Y todavía está sucediendo. Hay sangre latiendo en mis oídos ahora.

Y otros lugares.

Mi mano se arrastra dentro de mis bóxers sin mi aprobación. Iván está bombeándose a sí mismo ahora. Lentamente, de arriba abajo. Se detiene para frotar su pulgar sobre su cabeza, y mi garganta se cierra.

—Rodrigo —dice, su voz es como grava—. Necesito tu ayuda.

Es un milagro que pueda responder en una voz casi normal.

—Parece que lo estás haciendo bien por tu cuenta.

Es ahí cuando finalmente gira su cabeza para mirarme. Mientras se frota a sí mismo, traga, y veo su manzana de Adán subir y bajar con fuerza.

—Necesito saber.

¿Saber qué?  Casi pregunto. Pero está estudiándome ahora. Sus ojos están vagando a lo largo de mi pecho y bajando por mi brazo. Está viendo la mano en mis pantalones cortos. Y lo entiendo. Quiere saber porque se siente de esta forma, si es atracción, o la cerveza o una locura temporal.

Más temprano esta noche estaba diciéndole la verdad cuando dije que no quería ayudarlo a hacer este descubrimiento. No estoy seguro de que lo sobreviviría.

Esto es, por supuesto, toda mi culpa.

Fijamos la mirada. La suya tiene los parpados pesados. Siempre he querido otra oportunidad para ver su rostro lleno de lujuria. Ahora sus labios se abren en la carrera ascendente, y es casi suficiente para tenerme cruzando el cuarto. Pero aun así dudó, y no porque tenga miedo de que se arrepienta de esto mañana.

Porque sé que yo lo haré.

—Por favor —dice.

Esa sola palabra es suficiente para hacerme bajar de mi cama. Estoy de pie en el centro de nuestro cuarto ahora, las manos en la cinturilla de mis bóxers. Los tiro y los dejo caer al suelo.

him; rodrivanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora