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Iván

Quizás eso me hace una niñita, pero tomé la oferta de Pol sobre sentarme fuera de la línea de ataque. No le tengo miedo al padre de Quackity. Y no tengo miedo de tener gente susurrando sobre mí.

Sino que estoy triste. Y no quiero mostrarlo.

Antes de hoy realmente no entendía en contra de lo que estaba Rodrigo. Nunca escuché a nadie vociferando por ser homofóbico excepto en las películas. No sabía que ese único hombre con un auto de cientos de miles pudiera causar tanto caos.

Desde que se supone que todos estén en la pista de hielo, el segundo piso del dormitorio se oye desierto mientras giro mi llave en la cerradura. Dentro, me extiendo en mi cama.

Triste como estoy, puedo al menos tomar un revolcón en el corazón de esta experiencia. Una pieza de reconocimiento con la que había estado siendo reacio a darle una etiqueta.

Soy... bisexual.

Sí, lo sé, no es exactamente una retorcida revelación destruye-mentes de M. Night Shyamalan9, pero es la primera vez que le permití a la palabra echar raíces en mi conciencia.

Soy bisexual y no es sólo una conexión física lo que siento por Rodrigo.

También puedo verme en una relación con él. Puedo verme siendo feliz con él y nunca sintiendo como si hubiera cosas que faltaban.

Tengo la idea de que puedo conseguir un trabajo cerca de Toronto. Así Rodrigo y yo podemos mantener... lo que sea que somos el uno para el otro. Pero eso no va a pasar. Rodrigo me dijo que me valla a Detroit. Me necesita para quedarme a cuatro horas de distancia.

Solo tenemos el verano, dijo la noche que peleamos. Eso es todo lo que vamos que tener.

Un tiempo después escucho una conmoción en el pasillo. El lugar hace eco, así que aunque la habitación de Quackity está el extremo opuesto del edificio es fácil escucharlo.

—No quiero irme —grita antes de que la puerta se abra con fuerza.

—Vas a poner tu culo en mi auto ahora mismo.

—No puedes obligarme. —El niño estaba poniendo su mejor esfuerzo en la resistencia. Pero sé muy bien quién siempre gana estas peleas.

La voz que le responde es suave y dura.

—Si no estás en el auto en sesenta segundos, no estarás jugando en el torneo del Día del trabajo este año.

Auch. Pégale al niño donde le duele, ¿no?

Oigo lo inevitable, el sonido de una maleta rodando a través de las losas y pies en las escaleras. Cuando doy una mirada fuera de la ventana un minuto más tarde, veo a mi portero encorvándose hacia el asiento del pasajero, y a su padre cargando la maleta en el maletero.

Ese idiota ni siquiera tomó un boleto para el estacionamiento en el carril de bomberos.

Se pierden un minuto más tarde, y ese es el final de los Quackitys, ambos, el joven y el mayor.

Vuelo hacia la parrillada, también.

Desde que me perdí la línea de ataque, Pol realmente no me necesita, y uso el tiempo para reagruparme. Necesito enfrentar el hecho que el verano va a terminar pronto.

Así que llamo a mi mamá al teléfono de su trabajo, el mismo que siempre está manchado de barro.

—Hola, bebé —chilla cuando contesta—. ¿Me estas llamando para decirme que vuelves a casa? —La mujer siempre va al grano. Con seis hijos, siempre lo ha tenido que hacer. No hay suficientes horas en el día para una corta conservación.

him; rodrivanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora