15. La melodía del piano

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— ...una gran nube cargada de oscuridad se posó en mi cabeza. Y desde entonces, no desaparece. Su carga no se agota. Se alimenta de sí misma, y de mi...

El rizado terminó de leer aquellas palabras que él mismo escribió, y que su mánager no fue capaz de comprender el dolor que transmitía.
El ojiazul asintió lentamente. Tomó las manos del contrario.

— Quién no entiende el dolor ajeno, es porque no lo ha vivido...o que no tiene empatía. Con tu mánager, me voy por la segunda opción.
— Nunca le dije que es mío.
— Y es mejor así, amor. Cuéntaselo a aquellos que, de verdad, te comprendan...que entiendan por lo que estás pasando...

Se sonrieron y se dieron un dulce beso.
El castaño observó el piano y se acercó a él.
Tronó sus dedos y comenzó a deslizarlos sobre las teclas, creando una suave melodía. Mostraba una pequeña sonrisa mientras hacía sonar aquel instrumento de percusión.
El ojiverde observó la escena. Se acercó con una sonrisa.

— Bebé, tocas maravilloso.
— Gracias, gracias. Ven, siéntate — dejó hueco en el asiento. Tomó las manos del rizado y las colocó en las teclas.
— Me gustaría enseñarte a tocar.
— ¿A mí?
— A ti, amor.
— Se tocar, solo que muy poquito.

El ojiazul soltó una dulce risa.
El fin de semana estaba siendo muy especial para ellos. Lo estaban pasando juntos, sin ningún problema. El apartamento desprendía alegría y amor. Su lugar seguro.

Just stop your crying, it's a sign of the times...

El rizado cantaba mientras tocaba el piano. Era el mismo ritmo de piano.

Welcome to the final show... hope you're wearing your best clothes...

El castaño estaba a un costado del piano. Escuchaba asintiendo. Le encantaba esta canción.

— Tan hermosa voz...mi Hazz

Una sonrisa se formó en la boca del menor. Sus hoyuelos aparecieron tímidamente.

— Mi Haaaazzz...mi Haazzz
You look pretty g-, oyeee, me distraes.
— Oh si, será eso... — acarició el mentón del contrario.

Comenzó a sonar el teléfono del rizado. Se acercó a él y observó quién era.

— Mi mánager — respondió — ¿Si?...si...vale, está bien...No, me visto y bajo...si, adiós - colgó.
— ¿Todo bien?
— En diez minutos, un coche pasará por mi. Quieren que vaya con Sarah, por ahí.
— Joder, que les den.
— Bebé, tranquilo. Solo serán un par de horas...
— Un par de horas da para mucho. Como odio toda esta mierda.

El ojiverde se acercó al contrario. Se sentó sobre su regazo, acunando con sus manos, las mejillas de su amado.

— Te lo compensaré, ¿quieres esperarme aquí?
— ¿En tu apartamento? - el menor asintió - Está bien. Si la nevera está vacía cuando vuelvas, no será culpa mía
— Idiota — soltó una carcajada — hay aguacates, dudo que quede vacía.
— Oh, vamos, ¿quién está tan enfermo para comerse esa basura?
— ¿Soy un enfermo por comer aguacates?
— Estás, muy, muy mal, solecito.
— Está bien. No más besos para ti, entonces. — se levantó y se dirigió a su habitación.
— Siempre podemos negociar.
— Lo siento señor Tomlinson, no hago negocios con usted.

Un par de minutos después, Harry salió de la habitación, vestido. Tomó sus cosas y se acercó al mayor, depositando un corto y dulce beso en sus labios.

— Nos vemos después, bebé.

Se fue, dejando a un Lou curioso en su apartamento. Comenzó a observar cada rincón con detalle. Abrió cajones, revolvió armarios. Encontró una foto de su amado cuando apenas era un bebé. Nada ha cambiado en él. Sigue teniendo el alma pura como un pequeño niño que solo quiere jugar, divertirse.
En la mesita de noche, encontró una pequeña libreta. Una libreta que valía millones, pues en ella estaban escritas la mitad de las canciones que el joven cantante había sacado a la luz, hasta que vio una en particular que no reconocía.
Decía así:

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