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   Los ojos de Jimin comenzaron a abrirse lentamente, sintiéndolos completamente pesados. Su cuello dolía por haberse dormido en una posición incómoda en la que inclinó su cabeza hacia abajo por el repentino suceso. Parpadeo sucesivas veces intentando aclarar su visión. Intentó moverse para fregarse los ojos pero se quedó quieto al instante al recordar que sus manos se encontraban esposadas tras su espalda.
Observó su entorno rápidamente; aún se encontraba en la parte trasera del auto. Los vidrios de las ventanillas estaban polarizados y difícilmente se podía ver hacia afuera. Hacia adelante se encontraba un vidrio también polarizado que separaba los asientos delanteros de los traseros, para que quien vaya en la parte de atrás no pudiera ver hacia adelante a no ser que el conductor o su acompañante se lo permitan.
A su izquierda se encontraba en viejo que había despertado unos quince minutos antes que él, pero este mantenía una mirada baja, perdida y triste que parecía enfocarse en un punto en el espacio a la altura de sus pies.
Pudo ver a los dos hombres de traje que acompañaban al pelinegro, uno a cada lado de los rehenes, pero se mantenían en silencio mirando por la ventana, aunque aún así prestándoles atención a los movimientos de sus invitados.

Jimin giró lentamente hacia el viejo.

—Oiga —lo llamó con un susurro—, ¿a dónde nos llevan?

—A ver a Odio. —respondió el señor en voz baja sin siquiera mirarlo. Parecía totalmente deprimido.

—¿Odio? ¿Qué es eso? —preguntó frunciendo el ceño.

El señor comenzó a sollozar en silencio y Park lo tomó como respuesta, asegurando que era algo malo.
Intentó preguntarle a uno de los hombres de traje a qué se refería pero la fría mirada que le devolvieron le fue suficiente para entender que no querían charlar con él.
  Acababa de ver a un hombre que se hacía llamar Justicia, por lo que no le sorprendería que Odio también fuera el nombre de una persona, y a juzgar por la respuesta del contrario, parecía ser aún peor que él.

Al cabo de diez minutos en silencio en el que Park solo intentaba acomodar sus ideas y entender que es lo que estaba pasando, llegaron. El vehículo avanzó un poco más y luego se detuvo por completo logrando que Park se ponga en alerta nuevamente.
Los hombres bajaron segundos después y le dieron a ambos la orden de bajar detrás de ellos. El rubio bajó rápidamente por el tono demandante que habían utilizado y el viejo bajó despacio como si realmente no le importara.

Park observó rápidamente su entorno. Estaban en lo que parecía ser el jardín trasero de una gran casa, posiblemente una mansión antigua con paredes estaban hechas piedra gris, ventanas oscuras por la presencia de cortinas y un techo en forma de pirámide cuadrangular.
El auto se había detenido en un ancho camino de pequeñas piedras grises, y a los lados el jardín estaba lleno de césped bien cortado, flores, una buena cantidad de árboles y arbustos podados perfectamente. Al fondo incluso creyó ver una pequeña huerta de verduras. También se podía notar que había algunas estatuas blancas distribuidas por el lugar, todas de distintos tamaños pero nada tan gigantesco como para que perdiera su delicadeza; algunas eran leones, como las que se encontraban a los lados de la puerta de entrada de la casa, y otras eran diversos animales o parecían imitaciones de obras de arte, al igual que la morfología de la fuente en el centro del gran patio que rodeaba la construcción.
Hacia afuera notó que el lugar se encontraba rodeado de un gran muro de piedra con pequeños pinches negros en su borde superior, a excepción del portón de entrada que estaba hecho de rejas negras también con los mismos detalles en los extremos. Probablemente para evitar robos o que alguien no deseado intentara entrar.

  O salir...

El pelinegro bajó del asiento del acompañante y caminó primero, siendo seguido por ambos hombres que fueron tomados por las esposas y guiados bruscamente hacia la puerta trasera, que era la más cercana. Caminaron rápidamente por el interior de la casa logrando que por el momento no prestara mucha atención a los detalles del interior del lugar.
Se detuvieron frente a dos grandes puertas marrón oscuro casi rojizo con picaporte negro. Luego de dos golpes por parte de Jung Hoseok las puertas fueron abiertas por dos hombres más dentro de la habitación, que estaban vestidos de la misma manera.

El beso de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora