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Jimin logró volver a salvo a su habitación luego del incidente con la pareja.
Habían pasado dos días y aún seguía con la guardia en alto. Repasaba lo ocurrido en su cabeza una y otra vez para estar seguro de no haber dejado nada fuera de lugar que le deje saber a Odio que alguien tocó sus pertenencias.

Aún no podía creer que su jefe, el señor DongYul, no le haya creído cuando le pidió ayuda. Aunque pensándolo con la cabeza fría podía entenderlo, es decir, ¿Quién creería que un jefe de la mafia se haría llamar Odio? Y aún peor, que este eligiera sentimientos como nombres para toda su familia por razones que ni el mismo detective tenía claras aún.
También comprendía hasta cierto punto que este creyera que era una excusa cuando él mismo le había dicho que estaba en blanco y no había actualizaciones presentadas en cuanto al caso asignado.
Por mejor trato que le diese el hombre este seguía siendo el su jefe y debía entregar su trabajo en tiempo y forma.

Pero lo que mantenía intranquilo a Jimin eran las palabras que DongYul soltó antes de colgar: "Te espero mañana a primera hora en mi oficina si no quieres perder tu empleo. Más vale que tengas una buena explicación y datos reales para presentar."
De más estaba aclarar que no había llegado a sentarse en la silla frente a su escritorio ese día a primera hora.
¿... eso quería decir que había perdido su trabajo?

¿...Ya no era un detective?

Pero él no necesitaba su puesto de trabajo ni el permiso para llevar al cabo sus investigaciones, él tenía su título y una gran ambición. Eso era suficiente... ¿verdad?
Ugh, ¿a quién quería engañar? Sabía de antemano que si actuaba por su cuenta sin un puesto en el departamento de seguridad podría contar como delito por justicia por mano propia.

Miró la hora en el reloj de su mesa de noche. Debía prepararse para trabajar para Jungkook.

Mientras tanto el mencionado se encontraba en su oficina sosteniendo su celular contra su oreja en medio de una llamada y leyendo algo de papeleo sobre su escritorio al mismo tiempo.
Tres golpes se oyeron en la puerta y luego de que este diera el permiso sin siquiera levantar la mirada la misma fue abierta por los hombres de negro que la custodiaban. Hoseok entró en la habitación vistiendo un traje negro y con su cabello del mismo color peinado hacia atrás. Jungkook levantó la mirada.

—Está bien, gracias. Debo irme, Muerte. Justicia llegó—le habló a quien se encontraba del otro lado de la línea y cortó para finalmente dejar el objeto pantalla abajo sobre el escritorio— Justicia, primo querido —lo saludó Jeon—, ¿Cómo has estado?

—Uhm, bien, supongo... —respondió tomando asiento en el sillón frente a él, donde normalmente se sentaban las víctimas del negocio de los Cosa Nostra— ¿Querías verme?

—Si —hizo una breve pausa para tomar aire y suspirar—. Estaba revisando algunas cuentas de los clientes cuando Muerte me llamó. Me comunicó que ha llegado una denuncia al departamento de seguridad de Seúl sobre nuestros actos.

—¿Otra vez? —Hoseok negó con la cabeza mientras fruncía el ceño— ¿Quién fue esta vez?

—Lo descubriremos, pero mientras tanto tenemos un problema a resolver: Un juez. Su nombre es Dong Youngbae. Creo que lo conoces.

  Hoseok suspiró.

—Idiota —exclamó Jung refiriéndose al hombre—. No creí que fuese tan tonto como para meterse en algo así.

—Alguien debe hacerlo —suspiró—. Quiere que en un futuro los miembros de Cosa Nostra vayamos a la corte para que él mismo sea quien tome la decisión de enviarnos a la cárcel. Cuando tenga un nombre y apellido, claro.

  Jeon tomó su celular y lo desbloqueó mientras se ponía de pie. Entró a un chat en específico en su teléfono que tenía el clip de un video de poco más de un minuto.

El beso de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora