6. La babosa

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He hecho metamorfosis esta mañana pero no me convertí en una cucaracha, sino en una babosa. Llevo media hora intentando salir de la cama y apenas voy a llegar al final de la sábana.
No puedo ponerme ropa ni zapatos porque
ya no soy humano.
Mis mocos no dejan de escurrir y por donde voy pasando dejo asquerosa baba; por ese camino me pueden seguir pero les recomendaría no hacerlo, no me sigan por favor.
¡Quiero estar solo!
Ni yo sé a dónde voy, con este lento caminar y esta piel resbaladiza. No quiero su ayuda ni su estúpida compasión acompañada de ojos tristes y semblantes descompuestos, tan descompuestos como mi despedazada alma.

¡Oh, eterno camino cargado de sufrimiento!
¡Oh, eterno sufrimiento cargado de lamentos!
¡Oh eterno lamento que masculle desde adentro!
¿Cuándo terminará esto?

Estoy en el piso pero no me importa tardar en salir de la habitación, me arrastraré como pueda y como siempre lo he hecho. Me retracto, no siempre.
Hubo días en que era feliz, cuando niño, cuando jugaba y corría libremente sin ningún tipo de preocupación más que la de no ser elegido al último en los equipos de fútbol.
¡Quisiera meter un gol!, quisiera correr con sudor y mugre en mi rostro pero feliz,
no como el día de hoy.
Y me pregunto, ¿qué mierdas hice mal?, ¿qué pude haber hecho para estar tan muerto como hoy lo estoy?, quisiera saber. Si lo supiera,
tal vez podría encontrar una
pista para poder mejorar mi situación,
para poder picarle el culo a esta depresión.
Si lo supiera, tal vez podría salir de este sufrimiento color gris.
Pero, al menos ya casi salgo
de la habitación,
estoy en el umbral de la
desolada puerta,
aunque no podré abrirla.
¿Y quién lo hará?,
¡nadie!

¡Oh, eterno camino cargado de sufrimientos!
¡Oh, eterno sufrimiento cargado de lamentos!
¡Oh, eterno lamento que masculle desde adentro!
¿Cuándo terminará esto?

Hubo un día en el que quería ser adulto, y hoy en día no hay ni uno solo en el que no desee ser niño de nuevo. Veo a los infantes jugando a ser astronautas o jugando a ser estúpidos adultos
y envidio su sonrisa.
Hay algo que me duele más que todo: fingir que no necesito ayuda, fingir que todo está bien, fingir, porque fingir es lo más humano que hay.
Le he echado bastantes ganas pero creo que no son suficientes, y me pregunto: ¿qué es lo que estoy pasando desapercibido?,
¿qué estoy haciendo mal?
Esta babosa cabizbaja está atada al suelo, secuestrada por la gravedad
y ahí estará quién sabe cuánto
tiempo hasta que alguien la pise.
Mi psicólogo me dice que hay muchos motivos para destrozar este caparazón de desesperanza
que se pinta de color mierda.

Mi psicólogo.
Ese que corre de orilla a orilla manchando con
sus pies llenos de lodo todo el piso.
Mi psicólogo.
Ese que nunca me ha dejado, ese que me ayuda
o me hunde más. Pero ya se le está acabando la sangre, y si no sangra sangro yo.
Mira mi baboso y pisoteado rostro,
mira mi estúpida existencia.
¡Mírame!,
¿puedes verme?,
¿puedes escucharme?,
¿puedes ver como sangro?
Todo es dolor.
Sí, sí me duele,
me duele todo mi existir.
Pero, sin duda, lo que más me duele
es aceptar que sí necesito ayuda.

¡Oh, eterno camino cargado de sufrimiento!
¡Oh, eterno sufrimiento cargado de lamentos!
¡Oh, eterno lamento que masculle desde adentro!
¡Que ya termine esto!

Antipoesía dietética Donde viven las historias. Descúbrelo ahora