35. Amada mía, ¡escucha mi tormento!

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Figurativamente soy tu juguete, tu mascota o cualquier otro adjetivo que califique como manipulable.
Por favor, ¡destroza a este juguete!

Versos que conjugan el dolor,
agonía que se tiñe de color,
color rojo que desborda en mi yo,
yo, que vivo en la penuria y el rencor.

Atesora estos pensamientos y guárdalos, porque han sido escritos con cada gota de mi sangre.
Guárdalos ahí, en una cajita de Pandora para que no escapen.

Ruego por ellos para que no sean olvidados,
para que con tus lágrimas sean regados,
cuídalos para que no sean mancillados.
Escarba en el jardín y sepúltalos en el prado.

Amica mea, ¡audi cruciatum meum!

He vuelto a tomar una ración de sopa de cucarachas,
he vuelto a romper la racha,
pero admito que también me he vuelto fuerte
pues tu indiferencia ya no
me sabe a muerte.

Oscilo en medio del desierto
con una pluma dorada como eje,
ni siquiera sentiré cuando el sol
se aleje;
lo siento, no puedes pasar;
este corazón ya no ésta abierto.

Amada mía, ¡escucha mi tormento!

Nuestros corazones ya no están
en conjunción,
pero a la distancia parecen seguir la ecuación de Dirac,
el amor tarde que temprano
expira,
digan lo que digan, nunca hablan
desde la razón.

Anda, ¡destroza a este juguete!,
hazlo con ese martillo llamado indiferencia,
se te da bien esa ciencia,
y a mí se me da bien eso de acabarme la paciencia.

Rasga las entrañas y corroe la piel,
convierte la miel en amarga hiel.
Anda, ¡destroza a este juguete!, a ver si esta vez te es posible.

Atesora estos sentimientos y guárdalos, porque han sido escritos con cada gota de mi sangre.
Guárdalos ahí, en una cajita de Pandora para que no escapen.

De verdad ruego para que no escapen
y para que no sean olvidados.

Y entierra, junto con ellos, esta carta:

Amada mía, tú que ignoras este tortuoso vivir, tú que tambien lloras allá donde te encuentres, tú que sufres y que te has contagiado con mi caracterizante orgullo altanero, sepulta por favor todo sentimiento que te haga verme en tu interior, pero no por hacerlo deberás olvidarlos, es por ello que te escribo esta última carta con letras Daltónicas y versos resecos.

Recuerda: si ves indicios de discromatopsia
y letra cursiva chorreada, dando alusión a los cientos de escritos acromáticos de una regular tanda,
no dudes en contestarla,
o quemar la mariposa nada burda desde donde empiezan sus alas,
para que de nuevo vuelva a ser una oruga bastarda.

Recuerda eso y recuerda la carga de los sentimientos que nunca nos hicimos llegar y que siempre, siempre cargaremos.

Posdata:
No importa si con cada estrofa muero, no importa si desgasto mi vida con cada poema, no importa porque igual te amo.

Nunca dejaré de escribir;
al hacerlo sufro, sangro y me curo,
cicatrizo y con mi sangre recito otro conjuro,
pero...

te amo tanto que podría morir haciéndolo.

Antipoesía dietética Donde viven las historias. Descúbrelo ahora