40. Hablé con un ave

62 6 3
                                    

Sé que estoy hecho una mierda,
sé que es cansado para ti verme así,
sé que no solo mi vida se consume de esta manera sino también la tuya.

Sigo en un estanque
hundido hasta el pecho,
de ruina estoy hecho
y de malos arranques.

Sufro en silencio,
no deseo traslapar vibras malas
a nadie por nada,
lloro en silencio.

Mi diario está forrado con piel mía,
mi pluma tiene como tinta sangre mía,
mis escritos son retazos de mi cerebro,
mis penurias son causadas por los recuerdos.
.
.
.
Hablé con un ave un día,
me dijo que volaba por temor a quedarse,

y que cada pluma que se le caía
una virtud más le atribuía,
llegando con el vuelo a su auge.
.
.
.
Ave,– le dije– yo también quiero volar,
yo también quiero llenarme de virtudes como tú al desplumar,

quiero llegar hasta el mar,
quiero poder volver a amar.
.
.
.
Me dijo:– Humano, veo que en tus ojos no hay brillo,
o tal vez lo hubo pero ya se ha perdido,

puedo sentir tu tristeza, tus temores,
tus resentimientos, tus dolores.
.
.
.
Le dije:– Ave, mucho sabes, tal vez debería matarte, cortar tus alas

y arrojarte a las olas,
hacer todo eso tal vez.
.
.
.
O quizá tomarte por sabia,
asemejarme a ti y aprender a volar

y todo lo que me aqueja soltar,
saltar, sanar, brotar en mí la savia.
.
.
.
Quizá debería, ave, sucumbir ante mi propia poesía,
ahogarme en ácidos poemas de melancolía.

Como toda la vida, postergando la alegría
que suele perderse en la lejanía,
consumida por la agonía.
.
.
.
¡Yo también quiero volar!
–pensé –,
tocar el anaranjado atardecer.

Así que le dije:– ¡Vuela, ave!,
antes de que tus alas corte y en la arena las clave.
.
.
.
Y le repetí:– ¡Ave, vuela!,
hacia atrás no mires porque

te alcanzaré aún así mi vuelo sea torpe,
y alcanzaré también mi hermosa estela.
.
.
.
Sufro en silencio
porque no deseo traslapar vibras malas
a nadie por nada,
lloro en silencio.

Lloro en silencio,
porque a nadie por nada
deseo traslapar vibras malas,
sufro en silencio.
.
.
.
Ave que me tomó la palabra,
que decidió no mirar hacia atrás,

tus plumas entorpecen mi continuar,
pero te dejo en claro, ¡yo también voy a volar!
.
.
.
Hablé con un ave un día,
me dijo que volaba por temor a quedarse.

Antipoesía dietética Donde viven las historias. Descúbrelo ahora