Se derrumban una y otra vez

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Las montañas se derrumban una y otra vez a lo lejos. Se derrumban ante cualquier estúpida e insignificante provocación, así sea una pumilla o un diente de león, siempre se dejan caer, siempre tiemblan y se desvanecen explotando en millones de partículas. No soportan que nada las toque, pero les gusta que las toquen. Las montañas no pueden estar quietas todo el tiempo, necesitan expresar aunque la mayor parte parezcan sin vida, inertes, luciendo fuerte e impenetrables, señalándote desde lo lejos.

No sin inanimadas, son fuertes, son capaz de destruir a los seres que han nacido de ellas, capaz de destruir y dañar a cualquier ser por más fuerte que sea. Saben cuándo derrumbarse, son egoístas y no les importa los daños colaterales que provoquen sus caídas. No les importa nada, sólo ellas. Son caprichosas. Les importa sólo ellas y nada más.

Están llenas de niebla, niebla que ciega la vista, que confunde y engaña, son embaucadoras por naturaleza, te chantajean con su belleza, pero su tamaño es proporcional a lo feroces y crueles que pueden ser.

No deberían levantarse, las montañas como esas no deberían levantarse nunca más y dejar que la vida nazca de ellas, no deberían dejar que la naturaleza haga su magia si de cualquier manera en cualquier momento se van a volver a derrumbar.


- 11 de mayo del 2015

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