CAPÍTULO 20

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Una figura imponente caminaba por los pasillos del palacio, dirigiendose a donde estaba aquella mujer que siempre ocupo la mente de su esposo. Después de todo, ella le debía una disculpa a ella por todo lo que ocurrió en el pasado, pero apesar de ello con mucho valor entro a aquel lugar.

- Déjanos solas - dijo ella mientras veía como la dama se iba de la habitación.

- Nunca pensé que vendrías a verme - dijo Míriam sonriendo con sarcasmo.

- Y yo nunca pensé verte de nuevo y en este estado - dijo mientras la veía de pies a cabezas con mucho dolor y tristeza

- ¿Porque has venido?

- Venía a pedirte disculpas - dijo ella ganándose una risa fingida de la que alguna vez fue su mejor amiga.

- Te han tomado 25 años para pedirme una disculpa por todo lo que hiciste - dijo Míriam mirándola con tristeza.

- Lamento mucho si te lastime - dijo mientras se sentaba al lado de ella - En ese momento era una jovencita inmadura y capricho, pero entiéndeme por favor.

- ¿Entenderte? - dijo Míriam molesta - ¿Como puedo entender que me hayas separado del amor de mi vida?

- Tu no sabes verdad - dijo aquella mujer poniéndose a llorar - ¿No sabes lo duro que es que te comprometan con quien tu más amabas y enterarte por su misma boca que ama a otra? Ese tipo de dolor nunca lo has experimentado.

- No lo experimente por boca, pero lo experimente cuando anunciaron el compromiso y delante mío pidió tu mano - dijo Míriam tratando de evitar que se le salieran sus lágrimas al acordarse del inmenso dolor que le causó eso.

- Y sabes ¿Que es lo peor de todo?

- No lo sé mi reina, dímelo tu.

- Que han pasado 25 años y apesar de todo, el sigue teniendo ese brillo en sus ojos cada vez que te mira - dijo la emperatriz con un tono serio, ganandose una cara de sorpresa de aquella chica - A mi nunca me miro así, nunca me toco y nunca hizo conmigo lo que hizo por ti.

- ¿A donde quieres llegar con esto? - dijo ella pasando su sorpresa para después entrar a la confusión.

- El nunca dejó de amarte y se que nunca lo hará - dijo la emperatriz llorando mientras recordaba todos esos años donde su esposo para guardar las apariencias era lindo con ella, pero al momento de regresar al palacio venía la indiferencia y la falta de interés por ella, volviéndose una rutina durante todos esos años.

- Pero yo no ahhhh - dijo Míriam asustando a la emperatriz.

De la nada Míriam empezó a sentir un gran dolor en el estómago ocacionandole el llanto, la emperatriz trataba de calmarla mientras le hizo una señal a los guardias para que pidieran ayuda.

- Quién diría que mi última vista a este mundo serías tu - dijo Míriam llorando.

- Aún no puedes irte Míriam, no puedes irte - dijo la emperatriz llorando mientras le daba cariño en la cabeza.

- Mi tiempo llegó amiga mía, no te guardo rincor ni nada parecido - dijo mientras tomaba a la emperatriz de la mano - Lo único por lo que me arrepiento es no haber luchado por mi felicidad.

- Y yo lamento mucho haberte orillado a todo eso, pero tengo que agradecerte por muchas cosas y en especial.... - Míriam con la poca fuerza que tenía le puso un dedo en los labios para que no diga nada.

- No lo digas - dijo llorando, pero con un rostro de alivio.

- Te debo agradecer por mi hijo - dijo por fin la emperatriz haciendo que las lágrimas de aquella joven empezarán a salir.

- No por favor - dijo Míriam rompiendo en llanto debido a aquel doloroso recuerdo.

- Gracias a ti tengo algo muy hermoso, valioso y precioso en mi vida, pero nunca pude entregar todo mi amor debido a la verdad - dijo la emperatriz recordando todos esos años maravillosos que tuvo gracias a lo que hizo Míriam, pero con tristeza al siempre recordar el día donde ella le entregó su hijo.

- No hables por favor - dijo Míriam llorando mientras recordaba que hizo de todo para convencerla de criar a aquel ser que fue fruto de ese amor tan bonito que tuvo y nunca olvidara - Este secreto me lo llevaré conmigo a la tumba y más vale que tu también lo guardes.

- El emperador debe saber la verdad, así me odie o me repudie para siempre.

- No lo hagas por favor, prometelo - dijo ella llorando con un rostro de total terror y al mismo tiempo de dolor.

- Lo prometo - dijo la emperatriz consternada por la cara de terror de su amiga, ya que nunca la había visto así.

- Con esta promesa puedo morir en paz, gracias mi querida amiga - dijo Míriam soltando su última lagrima, para después descansar eternamente.

- No, por favor - dijo la emperatriz tocando el rostro de su amiga y al no conseguir nada romper en llanto.

De la nada la puerta fue azotada y aquel hombre que fue la causa de todo corrió al cuerpo sin vida del amor de su vida y lo abrazo llorando

- ¿¡No quiero, no puedes!? ¡No puedes dejarme solo! - gritaba y lloraba el emperador mientras besaba su rostro y la abrazaba con fuerza - ¡Nunca deje de amarte, te sigo amando como el primer día que te conocí!

Aquella mujer solo le quedaba contemplar aquella escena de su esposo llorando por el amor de su vida, teniendo consigo el dolor de que no importara cuanto tiempo para Sara y es que nunca podría ocupar de ella en el corazón del emperador. Pará no lastimarse más decidió salir al jardín donde tenía como testigo de su dolor y sufrimiento a la luna que durante todos esos años era la única que escuchaba su llanto.

- Te fuiste muy pronto querida amiga, almenos te fuiste con la dicha de aver abrazado a tu hijo - dijo la emperatriz sentada en el jardín mirando la luna.

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