Parches para el aroma

Capitulo 26

Recién despiertó y ya quería volver a dormir, sentía como si toda su energía se hubiera drenado. Se miró al espejo aún medio adormilado y una pregunta cruzó por su mente. "–¿Qué me pasó?–"

Hace apenas meses era un beta con nervios de acero y ambiciones por las nubes; mientras que ahora no era más que un omega con problemas amorosos. Su ceño se endureció de la frustración y sus ojos comenzaron a inundarse.

¿Por qué tenía que sufrir por una mujer que creía tener a sus pies y otro hombre que era tan solo una molestia?. Apretó la mandíbula y la primera lágrima cayó. ¡Él había logrado entrar a Slytherin a pesar de ser un mestizo! ¡él se había ganado a la élite de Hogwarts! ¡él había sido el mejor de su clase en pociones! ¡él había creado más hechizos de los que alguna vez soñarían en hacer sus compañeros! ¡él era el único omega en su casa! ¡él había sobrevivido al infierno durante sus primeros 16 años de vida! ¡ÉL NO TENÍA PORQUE REBAJARSE A LA ALTURA DE UN PAR DE SOQUETES!.

Las lágrimas pronto comenzaron a ser de ira y mientras apretaba las sabanas de tal forma que sus manos se volvían rojas, su mirada seguía fija con la de su reflejo. Y ahí lo decidió... ya no sería un beta ignorado al que podían pisar cuando quisieran, era un omega con todo el potencial de ganarle a quien se le interpusiera.

Una retorcida sonrisa se comenzó a formar en su rostro e incapaz de detenerla, la dejó emerger, viendo como también su mirada en una que ansiaba libertad.

Se limpió las mejillas y dió media vuelta para ir en búsqueda de su uniforme, se quitaría los parches antes de ir al desayuno.

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Los murmullos en el comedor disminuyeron considerablemente en cuanto 3 personas entraron a la habitación, específicamente por quien iba en medio del heredero Black y el Crouch. Severus Snape con la corbata aflojada, el cabello recogido en una media coleta con dos mechones sueltos; dando total acceso a la vista del público, su cuello blanco sin marca alguna.

El grupito siguió como si nada hasta sus lugares pero el salón comenzaba a llenarse de nuevo con murmullos pero ya no sobre tareas, pendientes o algún rumor pasajero, sinó sobre el omega mestizo de la casa de alfas más puristas de la sangre.

Ya desde su lugar, podía ver la cara de incredulidad de Black y Zabini, a la vez que había uno que otro que le echaba el ojo. Por el momento se dedicaría a comer, ya después vería a quien escogía para comenzar a olvidar románticamente de una vez por todas a ¡ese! par.

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La tercera clase del día... ¡y alguien ya había caído!. Ni siquiera había hecho falta que le intentara coquetear; Dirk Cresswell, miembro de los Ravenclaw y de los favoritos de Slughorn, le estaba comiendo el cuello mientras lo sujetaba su cintura.

Severus estaba tan concentrado en disfrutarlo que no notó la presencia de alguien hasta que esa persona tomó de la camisa a Cresswell y lo aventó al suelo. Se quedó completamente inmovil en la pared del susto y al voltear a ver al atacante, vió a Black.

–¡Oye!– exclamó ofendido por la interrupción, pero al atraer la atención del alfa, su mirada molesta no pudo fijarse en nada, más que en los chupetones que adornaban su piel tersa.

Le gruñó con una mirada casi animal, el deja vu de Sirius haciendo casi lo mismo hace meses, invadió su mente... y ojalá solo hubiera sido la imagen, porque sus manos picaban por aferrarse a la espalda del contrario.

–Idiota– masculló el cuervo mientras se levantaba del suelo, le dirigió una mala mirada al gryffindor y se sacudió para irse, sin siquiera voltear a ver a Sev.

–¿Qué dem– intentó decir Black cuando fue interrumpido con un beso.

Que se jodiera el Severus que quería una bella familia con Black o Zabini, él quería saber qué se sentía besar a tantas personas. Se separaron por exigencia del más alto y este lo vió como si no lo reconociera.

–¿Qué? ¿ahora me dirás que no querías besarme?– dijo con malicia.

–Yo... no... yo... digo–

–Entonces cállate y pon tus manos en algún lugar útil–

Volvió a besarlo y esta vez las manos del alfa contornearon su figura hasta llegar a sus muslos, los dedos de Sirius separaron sus piernas y lo cargó para que envolviera sus piernas alrededor de su cintura.

El más bajo se separó un segundo para soltar un jadeo de la sorpresa y el jugador de Quidditch aprovechó para meter su lengua en la boca del contrario, haciendo que se estremeciera. El alfa lo empotró contra la pared de antes y sus manos subieron hasta su trasero, cosa que prendió sus alarmas, se separó para sacar su varita rápidamente y murmuró un hechizo para dejarlo inconsciente.

La gravedad comenzó a hacer efecto y el cuerpo de Black iba para abajo con todo y el mestizo entre sus brazos. Severus aterrizó de pie como pudo y por reflejo sostuvo el cuerpo de s-el alfa por la nuca, evitando que se golpeara contra el suelo.

Se retorció por la incomodidad y lo depositó suavemente contra la superficie, para zafarse y caminar rápidamente en dirección contraria.

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–Oigan mi voz y mueran– ordenó Alessa casi en un ronroneo.

Ambos ancianos cayeron inertes sobre el suelo, haciendo que sus tazas ya vacías se quebraran por el impacto. La joven le dió un último trago a su té, metió su mano dentro de su bolso y tomó el mango de su látigo, no dejaría ningún testigo.

–¡Oh, pequeños elfos!– los llamó de forma cantarina.

Una elfina apareció valientemente con lágrimas en sus enormes ojos y se acercó a ella furiosa, Zabini sonrió sádicamente y golpeó el suelo con la tira forrada con púas, en forma de advertencia.

La pequeña criatura se abalanzó contra ella pero no se molestó en subestimarla, atacando antes de que se acercara demasiado.