CAPITULO 2

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Caleb escuchaba los gritos de la gente desde la habitación donde esperaba la maldita pelea. Estaba nervioso, muy nervioso y eso no era bueno. Si sus nervios le jugaban una mala pasada podría acabar muerto y esa no era una opción.


Se volvió a pasar las manos por el pelo preguntándose por qué demonios había aceptado ser un puto infiltrado. Dentro de unas horas o estaría muerto o en la cúpula, y la verdad no sabía cuál era peor de las dos.


Por una parte quería acabar con esto ya. Si lo mataban ahora por lo menos moriría con un poco de dignidad. Pero tampoco quería defraudar a B, él le había ayudado mucho para llegar hasta aquí. Le había enseñado a mejorar sus cualidades y por alguna razón que no entendía muy bien, sentía que se lo debía.

Pero por otra parte si llegaba a la cúpula y ellos descubrían quien era,,, no quería ni pensarlo.

Uno de los supervisores entro en la habitación y miro fijamente a Caleb.


- Es hora de morir gusano.- dijo riendo mientras se daba la media vuelta y se marchaba.


Caleb se puso en pie.

Había llegado la hora.

Recorrió en silencio el amplio pasillo que lo separaba del gran gimnasio donde tendría lugar la pelea. A medida que las voces se hacían más nítidas, sus nervios se fueron calmando. Salió del túnel y volvió a sorprenderse por la inmensidad del lugar. Ya había peleado aquí en las otras ocasiones, pero esta vez había algo diferente, algo cubría el lugar, algo frio, aunque hubiera muchos grados alli dentro.


Los asistentes a la pelea se fueron echando a los lados para permitirle la llegada a la lona. Allí ya lo estaba esperando Simón. Dios santo pensó, de cerca es aun más intimidante. Tuvo la ligera necesidad de salir huyendo en la otra dirección. Miro hacia arriba tal vez pidiendo un milagro que lo ayudara a salir vivo de esta. Vio a B, y se tranquilizo. Estaba en las altas tribunas, acompañado de un hombre fornido, muy musculoso, calvo y con más cara de mala leche que el mismísimo B. también había una mujer. Alta, delgada, pelirroja e impresionante. Ambos debían de ser de La Cúpula también. No había mujeres con ellos, ellas estaban en otra sección y sus pruebas eran diferentes.


Bajo la mirada y la clavo fijamente en Simón, tenía que ganarle, como fuera.


El supuesto árbitro de la contienda los hizo saludarse. Algo que entre ellos nunca sucedería. Ambos se miraban con odio, con rabia, uno de los dos moriría hoy.


El hombre que ejercía de juez dio inicio a la pelea. Caleb se puso en posición de defensa como tanta veces había practicado con B. Simón era un rival duro y su estrategia era simple. Evitar sus golpes todo lo posible y cansarlo físicamente, solo así tendría una posibilidad.


Simón se acerco a él con una sonrisa de superioridad dibujada en la cara. Se creía muy seguro de si mismo. Obviamente no estaban en la misma condición física. Era un combate en desventaja total. Caleb podría ser muy bien la mitad de Simón. Por eso se necesitaría más que fuerza fisica para ganar este combate.

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