III: Recuerdos que se van

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━Si mi hijo despertara con alguna limitación en su mente, como dijeron los médicos... ¿Cuidarías de él, Shisui? ━lo miré con intriga y hasta con cierta indignación.

Era una pregunta que ni siquiera podía hacerse, porque la respuesta era más que obvia.

━Usted sabe que yo haría eso y más por Itachi, lo amo demasiado, sería tonto pensar que lo dejaría a su suerte, sin ofenderlo ━admito que la presencia de los padres de Itachi había hecho más fácil el pasar del dolor y la lucha constante que enfrentábamos todos juntos día a día.

Había pasado más de una semana, alguien siempre iba de vez en cuando al hospital para recibir noticias de Itachi y su estado de salud más allá de algunas llamadas telefónicas. Lo habían inducido a dormir unos días por la lesión en la cabeza que había recibido, dentro de dos días lo despertarían, estábamos emocionados y al mismo tiempo aterrados por lo que pudiera a llegar a pasar cuando Itachi abriera los ojos, había tantas variables posibles, y debíamos prepararnos para cualquiera de ellas que se hiciera realidad.

Fugaku y Mikoto se quedaban en mi casa, pues Sasuke vivía en un apartamento pequeño, no había espacio suficiente para cuatro personas en él, la casa mía y de Itachi tampoco era muy grande que digamos, solo teníamos una habitación en la que los dos dormíamos, les ofrecí que ellos se quedaran ahí mientras yo lo hacía en el sofá, igual, ya me había acostumbrado cuando yo e Itachi estábamos peleados y ese era mi lugar de descanso, no me afectaba pasar unas noches ahí, eso sí, era algo un tanto incómodo, en ese transcurso supe lo que eran los verdaderos dolores de espalda y cuello al dormir en una posición no muy adecuada y con el espacio innecesario.

Bueno, en general compartir el mismo techo con mis suegros ya era de por sí algo muy incómodo, y no es por que vieran el estilo de vida que teníamos yo e Itachi ni nada por el estilo, era por todo lo que les estaba ocultando, los problemas que le conté a Sasuke pero a ellos no.

Tenía tantas ganas de hacerlo, pero no podía, no me era posible confesárselos, para nada era algo sencillo, desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos, a veces en compañía de Sasuke y Karin, en esos momentos ante la mesa solo nosotros dos sabíamos el secreto que Itachi escondía, ninguno se atrevió nunca a mencionarlo, no había salido a la luz otra vez, no valía la pena ya.

La pregunta que Fugaku me hizo aquella vez me dejó con muchas cosas para pensar y de sobra, no podía ser posible que él, a estas alturas se pusiera a dudar de mí, quizás pensaba que no me conocía demasiado, pero prácticamente yo era como un hijo para él, incluso, pienso que pasé más tiempo en casa de la familia Uchiha que en la mía, bueno, es que en momentos así es válido tener alguna que otra inseguridad, también me llevó a pensar que Sasuke había terminado por contarle mis problemas con su hijo, y su infidelidad con uno de sus compañeros de trabajo, es un secreto asqueroso y muy bien guardado en las entrañas de mi ser, con tal de ya no dañar a nadie más, no les privaría tener la creencia de tener un hijo perfecto, ya lo hice con su hermano menor y me arrepiento como no existe idea.

Todas las noches me salía del sofá, me colocaba un suéter delgado, se avecinaba el otoño, las noches eran un poco más frescas de lo habitual, y empezaba a oscurecer más rápido, puedes verlo en las coloraciones del cielo a ciertas horas cuando antes, hace un par de días, eran tan distintas, salía al patio de atrás, donde puedo sentirme seguro sin que nadie pase y me vea ahí sentado, observando el cielo con una angustia reflejada fuerte y clara, Mochi comprendía mi dolor, creo que es el único ser viviente que me comprende, y ha olfateado cada rastro que mis secretos han dejado, bueno, dicen que los perros son muy perceptivos, y ahora lo creo, él es quien nota la ausencia de Itachi, y llora por él cada que lo menciono, lo extraña, y sabe que yo también lo hago, por eso me deja tomarlo como consuelo, abrazarlo y llorar en su pelaje, se sentía cálido, y me gustaba mucho pasar las noches con él, sentados en el césped, le hablaba con toda confianza, porque pienso que entiende todo lo que digo, su rostro perruno muestra desesperación por no poder responderme, a mí también me gustaría poder escuchar lo que él se moría por decirme, sería un alivio muy grande, y solucionaría el gran problema de no tener con quién hablar, por quién ser escuchado, no lo parece, pero eso es algo que va acabando conmigo en partes muy pequeñas, casi microscópicas.

El ayer que olvidé ━━ 𝘚𝘩𝘪𝘴𝘶𝘐𝘵𝘢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora