Un Bolso de Cuero

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Hermione se levantó del suelo y se estiró. No sentía sus piernas. Los huesos de sus rodillas crujieron, aliviando el entumecimiento.

Se vio con libertad de también enderezar su cabeza y despejar de su cara su molesto cabello suelto.

La habitación estaba en calma ahora que su ama se había retirado, dejándola sola.

Acomodó sus cuatro hojas de diario al costado de la cama y caminó dos pasos para activar sus músculos. Se tocó las costillas aún sobresalidas y reconoció que desde que había llegado a la mansión había ganado uno o dos kilos, y sonrió con tristeza.

Observó por la ventana el hermoso jardín y su mente se trasladó a cuando su vida no le pertenecía a nadie...cuando era libre....casi un año y medio atrás.

Un ruido en la puerta la sobresaltó, no dándole tiempo a correr hasta los diarios.

La puerta se abrió de golpe y del pasillo apareció Silvia con un montón de ropa en sus manos.

Hermione suspiró aliviada. Si su ama no la veía en su lugar, de seguro se llevaría un castigo y perdería la oportunidad de la cual estaba pendiente.

—¿Cómo te encuentras?—quiso saber, ingresando del todo y cerrando la puerta.

—Con frío—reconoció, acercándose un poco.

—Ama Bellatrix, me ha ordenado que te prepare para el viaje.

Los ojos de la castaña se iluminaron. ¡Había aceptado llevarla!

—Veo que te alegras...

—No quería permanecer aquí...sola con ....

—Lo entiendo, ni que lo digas—asintió Silvia, sacando del placar dos valijas chicas.

La esclava las abrió en el suelo y comenzó a doblar prolijamente la ropa de su ama, antes de acomodarlas para el viaje.

—Déjame ayudarte—pidió Hermione, sintiéndose completamente inútil ahí de pie sin hacer nada.

—No, debo hacerlo yo, pero aquí tengo tu bolso...

—¿Llevaré un bolso?—preguntó sorprendida.

—Así es—respondió, sacando de un rincón del armario un desgastado y pequeño bolso de mano de cuero negro y con un lazo en la parte superior.

—Pero, ¿qué pondré en él?—preguntó confundida. No poseía nada que pudiera llevar.

—Nuestra ama me pidió que juntara unas cuantas cosas para ti.

—¿De verdad?

Hermione estaba atónita.

—Sí, a veces ama Bellatrix tiene esos gestos, pero muy de vez en cuando—aclaró, entregándole el bolso a la castaña que en seguida sonrió, abriéndolo con curiosidad.

Silvia, apartó unas cuantas cosas sin dejar de arreglar la ropa en las valijas.

—Esto es lo que llevaras en eso—explicó—. Un jabón...

Hermione lo sostuvo en sus manos y lo olió sin poder dejar de sentirse extasiada. No recordaba cuando había sido la última vez que había visto uno y con tan rico aroma. Entusiasmada, lo introdujo en un pequeño compartimiento que el bolso tenía en la parte de adentro.

—Un peine...bueno mejor dicho, la mitad de uno—se corrigió Silvia, entregándoselo.

La castaña también lo guardó.

—Una muda de ropa: un pantalón, buzo, calcetines y chaqueta.

No lo podía creer. Le permitiría vestirse. Las prendas de color marrón oscuro eran visiblemente usadas y remendadas, pero notó que la tela era gruesa y parecían de su talla. Estaría calentita y eso era más de lo que podía pedir.

Tomó todo en sus manos y percibió que desprendían el mismo perfume que usaba su ama.

Dobló todo con cuidado y las guardó, notando que aún sobraba espacio.

—Y aquí tengo lo que usarás para el viaje,—explicó Silvia, dejándolo a un costado—pero primero tendrás que asearte. Y de seguro, esto te gustará más que todo lo que has visto—se animó aventurar con media sonrisa.

Hermione ladeo la cabeza, expectante a lo que sacaría Silvia de una de las bolas que había traído consigo y cuando lo vio, una sonrisa de oreja a oreja invadió su rostro.

—Lo sabía—dijo la esclava, entregándole lo más importante.

—¡Un par de botas de invierno!—exclamó, abrazándolas contra su pecho.

Sus pies no podían estar más contentos.

Silvia tanteó su delantal con una de sus manos. Casi lo olvidaba.

—Dos manzanas. Una para ahora y otra para el viaje—explicó, sacándolas de su bolsillo.

Lo ofrecido era tan poco y fundamental que pensar sentirse así en su tiempo de libertad, hubiera sido una estupidez.

Se sentía más que agradecida, y no se avergonzaba en absoluto.

Si la noche anterior había sido la peor de su vida al verse violada y ultrajada por Draco...hoy, por primera vez, podía sentirse afortunada de haber sido reclamada.

—¿Y la mariposa en su pecho?—preguntó histérica.

—No sé que tanto drama, Cissy. La desactivo y listo—contestó, encogiéndose de hombros—. Estás haciendo un mundo donde no lo hay.

Nunca le había gustado dar explicaciones, pero si se quería llevar en buenos términos a la maldita esclava, lo tendría que soportar...o mejor dicho, intentar.

—¿Y si se escapa?—chilló, extendiendo los brazos.

—Por Merlín...no lo hará—dijo, tratando de no perder la calma—. No se desprenderá de mi lado. Además, estará rodeada de Mortífagos. No será tan estúpida de cometer un fallo—aseguró, completamente convencida.

—No entiendo por qué quieres llevártela. Accedí a traerla. También es mía.

—No te estoy pidiendo permiso—habló tajante, al borde de permitir que su locura tomara las riendas.

—¿Cuándo regresarás?—preguntó, apretando la mandíbula.

Narcissa no era idiota, sabía que cuando su hermana estaba decidida como lo estaba en ese momento, era extremadamente suicida tratar de convencerla de lo contrario. No le quedaba alternativa, debía ceder le gustara o no.

—No lo sé. En una semana o dos...o tres. Sabes cómo son las misiones.

—De acuerdo—aceptó Narcissa de mala gana, haciendo un mohín de disgusto—. Le diré a Draco que se traslade, así me hace compañía.

Bella frunció los labios. Ahora con más razón quería llevarse a la sangre sucia con ella. Por el momento, no podía impedir que su sobrino no pisara la mansión en su ausencia.

Tendría que hablar con Silvia antes de irse. Si la misma situación se repetía con sus otras esclavas, ya no la detendría ni su mismísimo Lord...lo empalaría en el medio del jardín.

—Veo que ya estás pronta—dijo Bella, entrando a su habitación y viendo a su esclava de rodillas en los diarios, bañada, vestida y con el bolso colgando en su espalda.

—Muchísimas gracias, ama.

—¿Por qué?—quiso saber, elevando su nariz.

—Por la ropa, el jabón, el peine, las botas y las dos manzanas—enumeró Hermione, sin olvidarse de nada.

Bella sonrió de lado y asintió. Le gustaba que fuera agradecida.

La joven frente a ella la desconcertaba. ¿La esclava sentía terror?: estaba claro que sí, los temblores cada vez que se acercaba se lo demostraban. Pero percibía algo más, algo que no había visto en otros capturados... ¿resignación absoluta?, podía ser. Era extraño, estaba segura que aunque le abriera las puertas de par en par aun así no se escaparía.

En algún momento lo comprobaría. La pondría a prueba, decidió con perversa diversión.

—Bien...levántate—ordenó—. ¡Nos vamos!


Nuevo capítulo. Bella al final cedió y se lleva a Hermione con ella.

Espero que lo disfruten, abrazos y comenten.

Esclava Corazón en cautiverio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora