La celda estaba atestada.
¿Era de día?, ¿tal vez de tarde?
Dentro de esas paredes nadie estaba seguro de nada. Algunos sollozos o quejidos. Alguna leve suplica o quizás un rezo carente de sentido. Era lo único que llegaban a los oídos de Hermione.
¿Cuánto tiempo duraría? ¿Cuánto más podría soportar?
Arrollada en una esquina compartiendo el mismo aire con cuarenta o cincuenta personas, no lo sabía realmente, había pasado día tras día.
¿Cuántos días? ¿Unas semanas? ¿Un mes...cinco? En un principio había marcado en la pared con una pequeña piedra una rayita por lo que ella suponía que eran veinticuatro horas, pero no podía estar segura. El tiempo pasaba diferente en ese espantoso sitio.
El aire era pastoso, húmedo. De las frías paredes de piedra brotaban diminutas gotas de un líquido pegajoso. Tal vez era por el vaho que provocaba tantas respiraciones unidas.
La oscuridad era pasmosa. Suponía que estarían en lo alto de Azkabán, sino no entendía como por la única ventana de la congelada habitación no se colaba ni un pequeño rayo de luz.
Los guardias sólo hacían acto de presencia cuando querían chicas para sus asquerosas fiestas o para lanzarles restos de comida, una o dos veces a la semana, como si fueran animales enjaulados.
Hermione no sabía que había sido de los dementores. Al ingresar allí, pensó que les darían el beso de inmediato, pero no. Y no tenía que pensarlo mucho, por supuesto que hubiera sido mejor recibirlo y morir. Eso no era vida, sólo era seguir respirando...nada más.
¿Cómo había terminado de esa manera?, se repetía una y otra vez, castigando su cordura. ¿En qué momento se había esfumado todo lo que ella conocía y apreciaba?
Sus amigos, su familia, sus creencias...su mundo completo había desaparecido para siempre. Ahora dominaba la más pura oscuridad.
—Harry— susurró acongojada.
Su amigo había muerto como tantos otros. Una y otra vez, las imágenes volvían a su mente. ¿En qué habían fallado? ¿Cómo habían perdido la guerra? ¿Cómo fue que no vieron venir a los Mortífagos infiltrados? ¿Cómo no sospecharon de Nymphadora Tonks y de Remus Lupin?
—¡Tonks, Remus!—escupió sus nombres, llena de odio—. ¡Malditos traidores! ¡Por su culpa!
Aunque ya lo sabían, Snape siempre fue un Mortífago, pero a cambio del resto no podía simplemente detestarlo.
El ahora director de Hogwarts visitaba Azkabán una o dos veces al mes. Al principio a la castaña le había parecido una confusión, pero a la segunda visita supo que lo hacía intencionalmente.
Snape, pedía para ingresar a las celdas, y simulando anotar cierta información en una agenda dejaba caer tres o cuatro manzanas y con suerte algún trozo de queso que podían compartir entre todos. No era la gran cosa, pero para ellos significaba un día más de vida sin morir de hambre.
Al contrario de lo que podían pensar, los esclavos se cuidaban entre sí. Si arrojaban una rebanada de pan, por más pequeña que fuera, la compartían entre todos. Así era siempre. Y cuando Snape, deslizaba las frutas por los pliegues de su túnica, inmediatamente la persona más cercana a ellas las ocultaba debajo de sus piernas para luego repartir los trocitos cortados cuidadosamente con una piedra chata y afilada que habían conseguido.
¿Por qué lo hacía? ¿Por qué Severus Snape se arriesgaba de esa manera?
La culpa es un bichito que carcome el alma, dicen. Y a pesar de que Hermione intentó, en varias ocasiones, hablar con él fue en vano. Así como entraba a la celda, sin levantar la mirada, así salía de ella.
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Esclava Corazón en cautiverio
RomansaBueno no mucha. Recomiendo ingresar a la historia si quieres saber de qué trata. Si el contenido no es de tu agrado, por favor abstenerse de leer.