Cinco años después...
—¡Un día! ¡Un desgraciado día que no nos invadas la cocina!—se quejó Bellatrix, exasperada, conteniéndose para no arrojar la silla por los aires—. ¿Acaso esta mujer no se entera que ya no es una esclava?—preguntó al viento dejando caer la cabeza hacia atrás, mientras Hermione se frotaba el rostro como todas las mañanas.
¡Merlín! ¡Ahí vamos otra vez!, suspiró la castaña, mentalmente.
—Me entero, pero me gusta cocinar. Me gusta hacer panes y me gusta como los prepara tu cocina Muggle—enumeró Silvia, sin inmutarse, espolvoreando harina sobre las fuentes listas y en mantecadas—. ¡Hermione, llévatela, por favor!—suplicó, mirándola solo por un momento, y abriendo la puerta del horno—. Llévatela al lago o a caminar. Vayan a visitar a Luca...No lo sé, pero sácala a dar una vuelta—rogó, agachándose para comprobar la temperatura.
—Rina tiene una cocina el doble que la nuestra. Un gigantesco mostrador para amasar. No sé por qué no estás en tu casa, ayudando a tu mujer con la tienda—despotricó Bella, zapateando, frustrada.
—¿Si preparo un pudín de chocolate y nueces, dejarás de fastidiarme el día?—preguntó, tomándose un segundo para asegurarse que tenía todos los ingredientes necesarios.
—¿Te das cuenta que no hace tanto hubieras terminado atada y estrangulada por dirigirte a mí de esa forma?—la señaló, apretando los dientes con todas las ganas de cachetearla.
—Bien dijiste, años atrás—chistó cómicamente, limpiándose las manos en el delantal.
—Vamos, Bella. Dejémosla cocinar en paz—dijo Hermione, sosteniéndola del brazo para arrastrarla a la salida.
—¡Gracias a todos los magos!—suspiró Silvia, con un gesto de alivio—. ¡Por favor, demoren!—rogó.
—Con coco. Ponle coco rallado—gritó Bella, asomando la cabeza nuevamente para hacer la petición.
—¡Sí, ama!—bromeó con el antiguo apelativo, haciendo una reverencia teatral, viendo como por fin la puerta de la cabaña se cerraba.
El día estaba precioso. El sol brillaba sobre las copas de los árboles.
Al final, gracias a Silvia y sus panes, disfrutarían de la mañana a la orilla de lago antes de empezar con sus rutinas diarias.
—Ven. Recuéstate en mi pecho—dijo Bella, sentándose a los pies de un gran tronco.
Descansó su espalda en la corteza del árbol y acercó a Hermione de la cintura para que quedara entre sus piernas, de cara al lago.
—¿Cuanto hacía que no teníamos una mañana completa para nosotras?—interrogó la azabache, pensativa.
—Hace bastante, pero no puedo quejarme...Amo dar clases—expresó sonriente, dejándose envolver en un abrazo cariñoso.
—Como yo las misiones—asintió de acuerdo—. Aunque si seguimos a este ritmo, hasta yo tendré que ofrecerme como maestra. Esos niños necesitan educación. Si no buscamos alternativas, en unos años tendremos un montón de adolecentes inservibles—aseguró, imaginando el futuro caos que supondría sino encontraban más voluntarios capacitados.
—¿Tú... de maestra? ¿De maestra de niños pequeños?—carcajeó sin poder controlarse.
—Soy excelente duelista, y también en Legeremancia. No sé de qué te ríes—espetó con falsa ofensa.
—Lo eres, pero...vuelvo a repetir...son niños—volvió a decir, abriendo mucho los ojos.
—Sí, tal vez tienes razón. La paciencia no es una de mis virtudes—aceptó, dándole la razón con un gruñido.
ESTÁS LEYENDO
Esclava Corazón en cautiverio
RomansaBueno no mucha. Recomiendo ingresar a la historia si quieres saber de qué trata. Si el contenido no es de tu agrado, por favor abstenerse de leer.